Tango 18

Tengo más miedo que ayer y muchas cosas
que decirte amigo imaginario
me queda un cerebro seco y una carta
siniestra arrugada y confusa en mis manos
también colgado a mi espalda
un esqueleto que sufre la caída en picado
hacia el arrabal homicida
de mi enamorada estatua de barro

A estas alturas de la vida
todo me parece un papel secundario
un ir y venir dándote cabezazos
esperando esa efímera sonrisa de alcohol
mientras los muertos al otro lado del hotel
se pegan un tiro para celebrarlo
yo también una vez fui de hielo
y mi cultura una soga clandestina
quise ser profesor porque en esas funciones
más de noche que de día
cometía el error de suicidarme
sin embargo al día siguiente
cuando nadie me veía
solía en silencio decirme…
¡cobarde no lo hagas todavía!

Tengo más miedo que ayer y muchas cosas
que decirte amigo imaginario
otra vez llevo encima el colt 45
de aquellos años
y en cada ojo un puerto de mar
si lo miras
también fui tu incansable amor
tu amor en coma que cuando llorabas
mi ausencia en un poema que la noche
me escribía
solía decirte y con mis venas de par en par…
terminaba algo que decía…
volveremos a vernos detrás de un sueño
cualquiera
donde la verdad sea tan hermosa
como lo son las mentiras

Pero tengo miedo a que infraganticen
a mi corazón amando
siento mucho miedo a meter en mi cama
a medio mundo
porque cuando dios se entere
de que tú no estás esa noche conmigo…
cerrará como siempre todas las puertas
del paraíso para decirme…
decías ser tú
pero sabías que eres un seudónimo

Tengo más miedo que ayer y muchas cosas
que decirte amigo imaginario
entre convulsiones y atentados sangrientos
gira el diapasón de los días sin fecha
y por consiguiente
me siento más un individuo de poca
letra
que un iluminado coleccionista de lunas
y muerto del año pasado

Mis canciones dejaron de asustar…
a los sepultureros
mi canción ilesa mi canción querida
mi canción…
¡de sangre y tristeza que me está matando!
mi canción cansada…
de la morgue y acero inoxidable
mi canción de tripas…
mi desbocada canción que aquella vez
te dediqué cuando fui ciego
como lo son todos aquellos millones
que te ven caer y mil años después
entre lo todo tu también apareces
recién nacido

¡Qué extrañas me parecen las verdades!...
rebozadas de crímenes y pasodobles…
y una aguja que al final cose tu cadáver
y el mío
cuando llega la noche…
pero todavía no digo la verdad
para que juegues conmigo
y así crear una forma más tensa de sentir
que siempre estuve contigo

Hoy mi casa está de luto
se han llevado al paredón el universo
y yo con la frente partida
hincado de rodillas
voy sorteando como puedo
tu mirada fría
¿a quién le cuento mi amor y mi odio?
¿a quién le grito que tengo sed?
¿a quién le deposito todo lo que
me robaron?
¿y para qué…
quién es quién?
si todo lo perdido me lo han ganado

Tengo más miedo que ayer y muchas cosas
que decirte amigo imaginario
mi carnívoro sentido de la razón
ya no me escucha…
a veces me siento un guerrero que come alubias
o un triste pastor…
con un rebaño de lobos solitarios
a pesar de todo jamás me esconderé
detrás de la vida…
ni pediré socorro a la hora de la verdad
porque desde que nací…
me di cuenta que todo es una pobre partida
sin perdedor…
y un callejón sin salida y una gloria sin dios

Una vez estuve a punto de conquistarlo todo
mi lema era una sonrisa sin rencor
ni cuchillos afilados…
el vals del emperador y una novia
sin desvirgar
un pasado bien aparcado…
unas cuantas historias rosas para contarte
y un jarrón de presisla…
en cada rincón de cada noche

Ahora sé que soy otro fulano de tal
como lo es mi vecino
no aspiro a más ni tengo insomnios
sin darme cuenta hago chistes de la melancolía
y cuando el pasado da conmigo…
doy media vuelta y me voy
por donde he venido
aún así…

mi futuro siempre será un cielo
de agua sin gas
y primaveras de carne de membrillo

Sin embargo tanto monta monta tanto
ni mañana ni ayer ni altos ni bajos…
todo parece ser una carta con mantón de manila
un mal trago
una cucharada de un jarabe
entre dulce y amargo…
un cuento chino…
el beso fúnebre de la mujer que me engañó
a pesar de todo…
¡adiós chata!
… todavía te amormío

Cada noche te presentas sin ropa en mitad
de la cama donde mi tieso cadáver sin almidonar
llora tu ausencia de puta colada
que te lo enseña todo
y cuando me muero te hago un favor
tengo el corazón asqueado y el cabrón…
sigue con la petenera de los días felices
pero la verdad es otra cosa
porque he comprobado que por mucho hurgar
en el lugar infesto de mis heridas…
sin darte cuenta
me traes la certeza de cuanto soy eres fui
fuimos y seremos hasta enamorarme de ti
en aquel callejón sin salida que fue
tu boca ausente y tu mirada de otro
y tu pelo hambriento y más tarde tú
todavía con vida pero asesinada
como aquel difícil día que tú tenías
un cuchillo y yo póquer de damas
fue cuando creí ganarlo todo
y sin embargo perdí
porque mi mala suerte quiso ganarlo todo

Tengo más miedo que ayer y muchas cosas
que decirte amigo imaginario
para mí es muy duro no saber en qué tribu
habitan mis hermanos…
y de qué se alimentan cuando mueren
es tremendamente duro
oírles cantar y llorar cuando bailan
a veces no me parecen hermanos
sino algo así como cuando la guerra se cambia
de ropa y con una tímida lanza
quiere asustar el encanto dormido de las orquídeas

Ahora soy del otro lado del mar
de la gran pasarela de las sirenas
ahora pertenezco a un pueblo de intensos colores
doy clases de libélula azul y de ieuatorrillo verde
le parezco a tarzán
y también le parezco a un mono
y tarzán me desea por compañero y compañera
y deseamos que la selva acuda a nuestra boda
y al final ser hechos prisioneros
por la tribu de los cocoichas
y cuando estemos celebrando la captura de chimbirbino
entonces el volcán Krolimenliacoxadispurageno
dirá como cada año
que el agua es buena para las recién casadas
y para las ranas de popotobio

Como ves te lo cuento todo
sólo me quedo con un adentro
deseoso de suicidio
¡cierto!
estoy cansado de tanto parlamento y crímenes
sin resolver
empieza a estorbarme todo
le doy miedo a la pistola que me ha de matar
tengo prisa por querer ser el primero
en disparar
soy un muerto de hambre que ve en el pan
un gusano que se expresa en inglés
sin embargo se le oyó decir…
¡oh yes!
con tanta claridad que al día siguiente
el mundo salta en pedazos interpretado
por un artista jamado…
meter pam
que años atrás también por una mano oscura
fue brutalmente asesinado.

hace mucho tiempo que
espero que todo
respecto a
por supuesto.

Cora Cora

Una vez llegué a trabajar a Puquio, era difícil, muy difícil establecer un proyecto de desarrollo en una zona rural especialmente deprimida, con ingresos prácticamente inexistentes y una economía de trueque y autoconsumo.
Producían maíz, papa, muy poco. Ocurre que Puquio también es el lugar donde se desarrolla Yawar Fiesta, la novela de José María Arguedas pero entonces no lo sabía. Con el tiempo, perseguí su huella y una vez estuve frente a un muro derruido y todos decían que ahí había vivido José María, era en un pueblo que se llamaba Sondondo, así que me senté en el muro, fumé un cigarro y sentía también de algún modo una ausencia, sin que pudiera precisar si esa ausencia era la del propio José María. Creo que no.

Los días pasaban y un buen día enrumbamos a Saisa pero no sabíamos el viaje que íbamos a hacer. Para empezar, muy pocos en Puquio tenían idea siquiera que existiera un pueblo que se llamaba Saisa. Así que fuimos en un camión de los destartalados que tienen ese traqueteo tan peruano y atravesamos Pampa Galeras, no Pampa Galeras rumbo a Nazca sino Pampa Galeras cruzada de otra forma, en un camino que más que camino son las huellas que han ido dejando las llantas. Ya sabes, las gráciles vicuñas miraban con sus grandes ojos y después rompían a correr con sus movimientos tan lindos y elegantes.

Cruzamos Pampa Galeras rumbo a Saisa y ya no volvimos a ver ni muchas casas ni gente y menos en la ruta supimos si había otro auto que hubiera pasado antes o después de nosotros. Era una mañana de espléndido sol y con el pasar del día había algo silencioso que se fue apoderando del camión, añadido al motor recalentado. Atravesamos un bosque de piedras lunares, blancas,
inmensas, nunca había visto un bosque de piedras semejante. La sierra del Perú, inexorable y remota. No tengo idea que alguna persona que conozco sepa de las piedras rumbo a Saisa, me parece que nadie tiene la más puta idea que exista ese lugar, ese bosque, pero era para pasarla arrinconado como una vizcacha, yendo de tumbo en tumbo días de días en ese bosque.
El asunto es que luego de un viaje largo llegamos a Saisa. Sorprendente. Era el último pueblo imaginable, porque uno podía detenerse a mirar hacia la costa y todo era una planicie blanca, arena blanca extensa, extensa por todos sitios, era digamos, el último pueblo de la sierra, y después sólo quedaba el desierto. Cosa curiosa, los niños llevaban esclavas de oro, las mujeres pectorales de oro. Toda la zona de Saisa estaba asentada sobre restos arqueológicos de la cultura Nazca, y cuando te invitaban a almorzar te servían en bellas vasijas que tenían pájaros granates de grandes picos.

Saisa. Y ahora recuerdo otra vez a José María (Arguedas) cuando está en el colegio de Abancay y el Mark'aska habla con él, y le presenta una chica de 14 años y José María recuerda cuando estuvo en Saisa, tenía apenas 8 años y se enamoró de una niña, y el parecido que tenía la adolescente que le había presentado el Mark'aska lo deja aturdido, y va corriendo al río y todo es un agolpamiento de emociones y se recuesta en el prado, como si la vida toda fuera un poema, y una confusión de hojas y ramas de queñual, pisonayes y el agua del río. Y lo singular es que en Saisa había una plaza como en todo lugar del Perú, y en esa plaza, en su centro, una pequeña prisión. La cárcel del pueblo estaba en el centro de la plaza. Y la cerradura de la reja andaba mal y así era una prisión que nunca encerraba del todo a quien hubiera cometido algún "desaguisado". Pasaba que quien entraba en la cárcel (por haberse emborrachado mucho y pegarle a su mujer por ejemplo), generalmente tenía tal vergüenza que ni pasaba por su cabeza escaparse, a pesar que siempre la puerta estaba abierta.

Pero salimos de Saisa y la cosa de nuevo tuvo ese horizonte solitario y pleno, y fuimos rumbo a Cora Cora. Ya que los proyectos de desarrollo, trabajar en eso, no es precisamente una gran opción económica, cuando estábamos yendo a Cora Cora llevábamos varios días sin comer, y a la
llegada a Cora Cora todo era una especie de remolino cansado en mi mente. Remolino porque el pueblo estaba patas arriba: había una corrida de toros y era la fiesta patronal. En vista de ser un visitante, el alcalde me invitó a sentarme en el palco. Habían traído un torero de Lima, así que todo era un acontecimiento. Cora Cora era un acontecimiento. Y fui al palco. Me siento y veía a las autoridades del pueblo, risas, alboroto, el torero se acerca y le avienta la montera a una mujer muy bella que estaba en jeans, una turista. Y de pronto comienzan a pasarme la cerveza y empiezo a tomar cerveza, luego mote, otra vez cerveza, y otra vez mote (maíz hervido y desgranado), y entonces después de tantos días sin comer con la cerveza todo comenzó a cambiar de color, los rosados eran más rosados, la colorida vestimenta indígena era más colorida de lo que ya de por sí es, y todo comenzó a volverse un espectáculo psicodélico y me salía una risa idiota de los labios, y un mareo perverso comenzó a hacer girar las cosas, rarezas de la percepción, porque el toro se alejaba y se alejaba sin descanso, y la gente gritaba Ole Ole Ole y esas cosas que gritan en las corridas de toros.

El asunto es que pronto me desvanecí. Tuve suerte: caí sobre la banda de música que siempre está bajo los palcos. Caí sobre la banda de música como una estrella de rock. Al caer hubo un murmullo general en la plaza, y todos voltearon a ver qué había pasado. Lamentablemente, también el torero volteó a ver qué había pasado, y en ese mismo instante el toro acometió y se llevó consigo al torero. Eso me lo contaron luego. Pero cuando desperté estaba en una habitación oscura, y a un lado estaba el torero ensangrentado.
Quizás esté mal que lo diga pero me dio risa. Y cuando llegó la ambulancia, como era la única ambulancia del pueblo y sólo cabía una persona, se llevaron al torero y me dejaron botado en esa habitación oscura. Tampoco sabía que la gente andaba muy molesta conmigo porque era un torero de Lima y a la alcaldía le había costado traerlo a Cora Cora. Así que salir del pueblo se empezó a poner complicado, pero al fin lo hice, no supe de la suerte del torero. Andar por el Perú tiene esta cosa impertinente de vivir demasiado, y reírse y llorar, y echarse a jugar con los chanchos en la mañana despejada.

No sé porque extrañamente volvió a mi esa mañana en Sondondo, frente al muro derruido, y repentinamente tuve presente no al propio José María, sino a su padre, que era un maníaco depresivo de esos que explotan de júbilo y vida.

El regreso de los muertos vivientes

Llueve sobre Colombia con rabia. Recostados en un colchón húmedo, dos abuelos toman aguadepanela. La montaña cruje y una avalancha de tierra los sepulta. Un río se desborda, se mete en el cuarto de los niños y los ahoga. Las gotas de lluvia caen sobre la cabeza de los sobrevivientes y se confunden con sus lágrimas. Cuando llega la ayuda del gobierno, los damnificados deciden inscribirse como paramilitares para recibir mejores garantías. Y las armas? Ellos muestran unos cuchillos de cocina: "las ametralladoras y las motosierras se las llevó el río". Al día siguiente, uno de ellos, alias El jefe, maneja un taxi en Bogotá. Su misión: conversar con los clientes y alertar sobre elementos sospechosos.

Dos universitarios se suben al taxi. Uno de ellos arma un cigarrillo de marihuana. El otro le pregunta si se volvió loco. Por Dios, nos van a detener y en media hora tenemos un parcial! "No se preocupe, replica el del cigarrillo, es para después del examen. Además, esto es la dosis personal". En vista de la situación, el taxista interviene: "disculpen jóvenes, ustedes por quién van a votar?". Ellos se ponen la mano en el corazón y responden en coro riendo: Por el único y verdadero! Al llegar al semáforo se bajan corriendo.
En la esquina, una señora gorda y calva le hace gestos con la mano. Al acercarse, el taxista se da cuenta de que se trata del cardenal Pedro Rubiano. Alias El jefe se baja del carro, le abre la puerta y le besa el anillo. Rubiano retira la mano con desdén. El jefe lo mira por el espejo y se da cuenta que está rojo de la ira. "Monseñor, discúlpeme, si algo le molesta podemos conversar. Mi trabajo consiste en escuchar a la gente". "Gracias hijo. Por ahora condúceme a la Casa de Nariño y ya te contaré por el camino".

Al pasar por el Cementerio Central se escucha un murmullo de ultra tumba: son los quejidos de los muertos y los golpes de sus huesos y sus carnes podridas contra las tablas de los ataúdes. El taxista que es medio sordo no escucha nada, pero monseñor le pone la mano en el hombro y le dice: "Tranquilo, hijo. Hay cosas que no me es dado decirte, pero no tienes nada que temer. No es la muerte sino el aborto lo que altera el orden natural de las cosas". Y al decir esto saca la mano por la ventana y, apuntando al cielo, lanza un anatema contra la Corte Constitucional. En el acto se oscurece el firmamento y empieza a diluviar.

Cediendo a una tentación de juventud, Monseñor enciende un cigarrillo. Con tan mala suerte que el cigarrillo que enciende es el de los jóvenes universitarios, olvidado por error en el asiento del taxi. Monseñor se empieza a reír y el taxi se llena de un olor a selva chamuscada. A guacamayas, orquídeas y micos quemándose en la punta del cigarro.
Sorprendido, el taxista interviene: "Monseñor, discúlpeme que le pregunte, pero usted por quién va a votar?". A Monseñor le da un ataque de risa y al llegar a la presidencia se baja sin pagar. En la casa de Nariño hay una cena de gala: están reunidos la godarria santafereña, los neoconservadores paisas, los jerarcas de la Iglesia, algunos miembros del Opus Dei, un grupo selecto de políticos costeños y los representantes de los reinsertados. Monseñor abre la puerta de un golpe y estalla en carcajadas. "Son lamentos, aclara un sacerdote, Monseñor está muy compungido por la despenalización del aborto".

Del otro lado de la plaza de Bolívar, a la salida del Palacio de Justicia, los magistrados de la Corte son atacados por un perro rabioso de tres cabezas. Los ojos del perro son seis tizones ardiendo, en cuyas pupilas están grabados los círculos del infierno. Los condenados gritan y el conjunto de sus voces forma los ladridos del perro. Los magistrados se defienden como pueden (con el maletín por escudo y el paraguas por espada) y se suben rápidamente en un taxi que pasa. El perro los persigue, pero una anciana lo llama (agitando tres roscones en el aire): "Cancerberito! Cancerberito!". El perro se detiene, mueve la cola y va a refugiarse junto a la vieja en su nido de cartones.

Los relámpagos iluminan la noche y las carcajadas de monseñor retumban en el cielo. Ja, Ja, Já! Peinándose el bigote con dedos nerviosos, Jaime Córdoba Triviño exclama: "esas carcajadas parecen amenazas de un enemigo de la Corte!". "No se preocupe, doctor, dice el taxista, la persona que se ríe es partidaria de la dosis personal". Los magistrados respiran tranquilos. El taxi acelera por la autopista y en menos de nada los constitucionalistas están en pijama, lavándose los dientes antes de meterse a la cama.

Mientras tanto, frente al cementerio central, Laureano Gómez camina dando tumbos en mitad de la vía. Nuestro taxista lo recoge. "Buenas noches, caballero, sería tan amable de llevarme a la Casa de Nariño". El expresidente no ha acabado de decir esto, cuando una multitud de cadáveres se abalanza sobre el taxi. Nuestro héroe les grita: "esperénmen tantico, voy a dejar al doctor y ya regreso". Y arranca.
"Parece que se les aguó el homenaje, no doctor?". Laureano Gómez guarda un silencio sepulcral, pero el taxista vuelve a la carga: "El homenaje en el cementerio... Discúlpeme, doctor, pero es que yo soy muy conversador". Acomodándose la quijada, Laureano Gómez rompe su mutismo: "Yo también soy muy conservador y puesto que usted me simpatiza, déjeme aclararle que lo de allá atrás no era ningún homenaje. Son los muertos, que empiezan a salir de sus tumbas cada vez que se acercan las elecciones presidenciales. Los colombianos nos matamos unos a otros, porque esa es la única manera de remediar el abstencionismo de los vivos. En Colombia reina la impunidad, pero en compensación los muertos gozan del derecho al voto. Vivimos, perdón, morimos en una verdadera necrocracia".
Asombrado, el taxista exclama: "Doctor, y usted también se la fumó verde? En este país se está fumando mucha marihuana!". Al llegar a la casa de Nariño, don Laureano abre la puerta para bajarse, pero el taxista lo retiene del brazo y le reclama: "Usted tampoco me va pagar!". El expresidente se mete una mano a la boca, se afloja una muela de oro y se la entrega. "Una última cosita, doctor, dice el taxista con aire de sospecha, usted por quién va a votar?". "Eso lo vamos a negociar esta noche! Adiós!".

El taxista enciende el radio y se devuelve al cementerio a recoger a los otros clientes. Saca de la guantera una botella de aguardiente, se bebe unos cuantos tragos y canta:

Cuando ustedes me estén despidiendo
Con el último adiós de este mundo
No me lloren que nadie es eterno
Nadie vuelve del sueño profundo

Toreteo

Buscando.

Desde hace unos años la ciudad me impresiona, de las que estuve-estuve, unas cuantas-cuantas, Londres aterriza y se comió a las otras. Me preguntan los pies a qué viene, y eso me pregunto yo también, a qué viene-viene. Me acompaña un cierto sentimiento de desesperanza y de balanza, y sí, existió alguna libélula, y sí, existen a veces, claro.
Para ser sincero definitivamente debería soltar el freno o agarrarme, y apuesto quizás por las tres, por si acaso necesitara un poema para poder seguir adelante.
Allá, sobretodo intenté perderme y orientarme a la par, cosa ni fácil ni difícil, cosa-cosa al fin y al cabo. Y no es cuestión de millares, sino de equilibrio mismamente.

En ese momento un escritor debe escribir algo no descrito y que dé fortaleza al texto, para que el destinatario siga con este esfuerzo que consiste, a qué viene, ¡vamos a ver!, en contar los minutos pedaleando, ¡pero si los espacios se abren latiendo!, como te lo cuento.

La música y sus derivados, es decir, los afro-americanos y vientos y voces, me vencen, todavía hoy. Estaba interesado, y lo estoy, en el mercado libre, y qué hay de verdad y de simple en todo este articulado que trama.
Lo más necesario, seguramente, era ver o tocar - manos - sobretodo las palmas, por allí mismo se empieza, por las palmas-las palmas-las palmas. Yo creía, vendrán de abajo, y vinieron de la tierra de donde nació el humeante incienso. Especias que vuelan a través de los alientos de paja.
Me enamoré del crepúsculo del tumulto - recuerdo a un hombre y una chica muy bellos - y en los alcohólicos las cervezas rodaban por los suelos, desheredadas, que no era yo.
Todavía hoy escribo sobre aquello, éste es un espécimen salvado, y me doy la vuelta.
Cierto es que las farolas están más viejas - días de lluvia y de semen - novelas malas con buena crítica en la contraportada, esos hijueputas, que dirían por ahí mis viejos amigos, y las novelas o episodios siguen estando malos.
Ahora tú te estás poniendo delante o exponiendo, al caso, vientre-con-vientre.
Las palmas porque son decisorias, si se posan sobre el vientre y no te enteras: he ahí el misterio, ni siquiera te habías enterado.

Estoy cambiando. Me doy la vuelta, el mar vuela bajo y hay caléndulas en mis ballenatos. ¿Qué será-será de este cielo colorao?
Un proceder sería, aquí o dónde se vive bien, y quiénes o quiénes hacen posible que esto sea posible, sin mareos, que como dije antes el mar está en reposo desde que se crearon los caminos dulces.
Y estoy pendiente de una curiosidad.-
Me voy hasta lo más profundo del horno a amasar un poco de pan y a dibujar siluetas en el aire mientras me chupo la boca. Si puedo.
Y un poco de tinto de verano-.

Volví, como vuelve el poema en definitiva, y sentí que el pan había terminado de cocerse o crearse. Entonces huelo, y me voy para otra ciudad, esta vez no voy a nombrarla, para no despistarme. Esta mañana me escribió, Antonio desde allí y me transmitió un bostezo universal que me cuesta descifrar por qué.
Piezas de fin de semana y más lluvia blanca, aunque es cierto que allí el flamenco me descubrió y me hizo llorar lo necesario.

No, Paul Auster, hijo, no es necesario que entiendas lo que estoy intentando describir cuando late el sofá mate y crudo a ratos, y no hay ratas-ratas a quienes invitar a tomar el té de las 4, que esto es de Andalucía.
Recuerdo que nadie se giraba cuando me quedaba con sus miradas, algunas, verdaderos lienzos, y dije, aquí se ve que esto existe como normal o común. Empecé a robar, sobretodo notas, me daba igual en cuál parque revoloteaba lo otro, lo importante.
Resulta algo curioso, conocí a más personas con zapatillas de andar por casa, café en mano o piel, ya lo dije antes; y se metían por la vena las letras. Y me dio igual, a decir verdad.
Recurrí al salmón, sobretodo por el brillo, y salí vestido de tomate, y me llamaron, vaya que sí, y empecé a trabajar, y me dio y me da.
Me interesan, volviendo a lo mismo y al asunto de antes, los saludos, más si éste es un abrazo, ¡ríase la gente!.
Podría lamer tu sonrisa sin mojarme, con estupidez y todo podría salvarse el meditar.
Me enseñé a pintar y fui tras las alubias, y te invité a pensar presumiendo con la sonrisa. (Te invité a pensar). Me escurro, y bueno, qué hay de malo en escuchar o en crear varias voces si los verbos son recurridos.
¡Uy de aquel colombiano que tocaba guitarra y saltaba por las ventanas con todo su peso y todo!
Ahora vive en otra parte.-

Desde entonces, imagino idealmente sardinas y olivas, no es broma, no, no me encienden las velas, me enciendo: nacimiento-amor-muerte.
Romero y lo que tú quieras.
Contar, que ahora es capricho, o no es como antes lo era; ahora puedes, aunque puede que no pueda, por falta de cama, se entiende.
Solamente acariciar, en lenguas, que si friego los platos o si hago la colá, pues sí, rezando, por el túnel y desde el laurel.
Si vamos por el arte de puntillas, y tuve que escaparme, y me escapo-me escapo-me escapo.

Estaba refiriéndome a Londres. Pues ya no, ya no me gusta esa ciudad, que sí, que cambié de parecer como el que camina,
¿o acaso los poemas no cambian?

Ale, a otra cosa, que me da la brisa en la cara.