Edito

Número 5 / Junio 2009

Aires Buenos.

Atardeceres

1er Atardecer

El acecho de la tarde

Una vela, una llama,
un claro esfumado en tres gracias
donde empieza el ocaso de la luna,
donde termina el rumor del agua.
El viento sondea su cabello,
la tarde se vuelve más templada.
Una vela, una sombra,
sus velos traslucen mi mirada,
su boca ya es fuente tapiada,
y mi voz se muda
ante el ocaso de esta vela, de esta llama.


2º Atardecer

a Arcadi, cáliz sediento.

Que luz es luz,
mosaico despedazado,
vocablo redentor del arte.
Intuyes la mísera reacción del corte,
dedos puntillistas que se acercan
al borde estampado de tus ojos.
Y creas,
carne fresca que escapa de la faz del tigre,
gusanos que antaño fueron mariposas.
Iluminas, destruyes el cuerpo opaco de antes,
la mesa verde, la angosta cruz del alba.
Tocar tus manos, contemplar el infinito.
Tu centro,
cáliz redentor.


3er Atardecer

Allí donde termina el horizonte,
empiezo a vislumbrar tus ojos.


Tú, órbita de mi sangre,
fulgor del trigo que se vuelve harina.
Ocre sinuoso de la tarde
que ahíncas en su mejilla.
Trance meditado del hielo,
vapor de tus besos lunares.
Deja que te abra parte a parte
como el árbol erguido en su yunta
busca el agua en sus brazos errantes.
Como huellas que avanzan el suceso
de quien te busca para encontrarte.


4º Atardecer

Granada, algo que no existe.

La tarde es un hilo blanco.
La tarde es tuya
y mía, del aire.
Un cristal, una hoguera,
un cuerpo que se quema en tu azogue,
palabras que se tienden
con voz baja en tu vientre,
música que secuestra
tus manos asidas
en mi pecho.


5º Atardecer

Ven postrer luz del día,
ven frágil conductor del atlas,
dolor sediento que no escapa
cuando su mano me falta.
Acércate temblor etéreo,
frío que moja sus labios,
cadena que separa el rostro
tantas veces dibujado.
Ven columna de fuego,
ven cuerpo ya dormido,
fulgor negro de sus cuevas,
desnudez que soporta el instante.
Ven boca ya lamida,
ven flor ya tomada,
perfume que confunde su brisa.

Vuelta a la Casa Tomada

El agua corre, llena la bañera y casi desborda. Está al límite, llena, entonces me sumerjo. El agua está tibia y causa placer estar ahí. Entonces veo figuras, recuerdos que aparecen y dibujan. Entonces me dejo ir, llevar ¿adónde? Entonces viajo. Tomo el colectivo y viajo, el ómnibus anda despacio, es día de semana y voy, es un día soleado y voy mirando por las ventanillas, los edificios, la ciudad gris, la ciudad me araña. Me dejo llevar porque los recuerdos son y están. Y estoy ahí. Yo estoy, estaba y estoy. Y entonces es un homenaje a mí misma. A la que fui y está, en el pasado que ahora es presente. Está, estoy. Ahí, como entonces, como ahora, estoy…
Y me saludo cada vez que paso por alguna casa dónde viví, porque ahí quedaron mis recuerdos. Entonces me saludo a mí misma porque algo mío vive ahí…
Pero las casas han sido tomadas, son casas tomadas como en el cuento de Julio … Poco a poco las han ido tomando otros…
Entonces escribo, escribo para recordar, para encontrarme a mi misma y recordar y verme ahí, hace tanto tiempo y sin embargo…
Hay que dejar tranquilos a los fantasmas… que habiten, que llenen la casa tomada mientras nosotros, desde aquí, ¿cómo llamarla? Realidad, pies en la tierra, seguimos pensando ¿en ellos?

Camino casi con precisión. La vereda ancha me lo permite, del lado del sol, pasado mediodía percibo el aire fresco, las puertas: casi todas cerradas. Los negocios, a esta hora duermen la siesta. Alguna vez arrojé la llave de la casa a la alcantarilla. ¿Arrojé, dije? No estaría tan segura, no lo estoy, y es más, ahora no estoy segura de nada. Antes de convertirme en un insecto, antes de ser Gregorio Samsa, lo intento. Lo voy a intentar. Hace tanto tiempo lo he planificado y hasta he trazado un mapa con las coordenadas. Tantas cuadras para un lado, tantas cuadras para otro. Girar, hacia un lado primero, después caminar. Como un ciego cerca de las paredes de las casas como si hacerlo me brindara cierta seguridad de la que jamás he gozado. Como algo sí que es seguro y de eso prefiero no hablar, por ahora. Prefiero detener el tiempo y el destino y volver a la casa tomada. Porque ellos, ellos que andan por ahí tomando las habitaciones en la casa, haciendo extraños ruidos. Voy a exorcizar el conjuro que me ha traído hasta aquí. Mi corazón late rapidísimo como un caballo al galope. Hasta aquí he cruzado varios paisajes, disímiles, hasta contradictorios: monumento al soldado, el gauchito gil, paisajes que hablan- a veces - y sólo pájaros que cantan en las ramas. He venido hasta aquí sólo para escuchar los sonidos… de la casa.
¿Sólo para escuchar?…

Porque la casa sigue tomada…

Entonces, sentada en un café elucubro planes, estrategias. Costaría menos si la casa tuviera chimenea. Entrar por el techo y sorprenderlos. A ellos, los que habitan la casa tomada.
Las ventanas están tapiadas, Convertirme en Jane, la chica de Tarzán y entrar con tambores y gritos aferrada a una liana.
Sí, escucho los tambores y los gritos y es de noche. Ellos entonces, vienen…

Vienen marchando con luces y disfraces, cierro los ojos y ahora sé qué es lo que ocurrirá. Estoy ahí hace tanto tiempo…
La música, los silbatos, las panderetas. Lo había olvidado: es Carnaval. Se acerca alguien y me arroja papel picado en la cara: no voy a llorar. Entonces sé que esta es la contraseña para que suba de una vez por todas a la carroza. Pero no es cualquier carroza de este Carnaval, sino la de Orfeo, alguien extiende su mano…- Subí, dice. Tiene los ojos pintados, la cara, el cuerpo. Subo. La carroza sigue el desfile: pasamos por la casa, las ventanas están cerradas. Orfeo tiene su lira en la mano y canta. Apenas me pregunta algo, oigo su voz casi es un susurro. La comparsa sigue, hombres y mujeres bailan con frenesí. Cierro los ojos, ya no sé dónde estoy. El papel picado y las serpentinas caen sobre mi cabeza. En otra carroza un hombre baila. La carroza sigue . Orfeo, digo ¿adónde quiere llevarme?
Orfeo me mira a los ojos, y dice: a la casa tomada.

¡Orfeo! ¡Orfeo! Pasamos por una arboleda y los árboles acarician nuestra cara, nuestra cabeza ¡Orfeo! Está bien aquí. Quiero volver …
Antes vamos a dar un paseo, es Carnaval, dice. Hay que divertirse…

No sé dónde estoy, sigo sin saber, ni quién es este ser disfrazado de Orfeo, ni adónde me lleva, ni adónde voy…

¡Orfeo! Lo llamo, pero no responde. Sólo escucho su voz diciéndome:- no podés volver a la casa tomada.

¿Por qué? Pregunto. Orfeo canta, canta una canción que no comprendo. Porque todo es extrañeza y yo soy una extraña dentro de mi piel…
Estamos en la oscuridad más absoluta, pasamos por varias casas, por la arboleda. El ruido del agua me sobresalta… las olas golpean en la costa. Entonces Orfeo da una orden y la carroza se detiene. Hombres y mujeres se tiran entonces a dormir sobre el pasto, sobre la tierra, en cualquier parte, extenuados de tanto bailar. Los primeros rayos de luz me muestran un paisaje distinto. Orfeo está ahí, conmigo, mirando la salida del sol. Lo miro, permanece impasible, mirando…
¡Orfeo! Lo llamo, y no contesta..
Se da vuelta y me hace señas, me señala el lugar adónde debo ir. Es una piedra y me siento ahí. Me quedo quieta, mirando junto a Orfeo la salida del sol….
Admito ahora que la cara de Orfeo es una máscara.

- Orfeo – le digo
- ¿Qué? Contesta
- Quiero ver tu cara sin la máscara.
- Eso no es posible – contesta
- ¿Por qué?
- Porque no sé si soy Orfeo si me quito la máscara
- ¿Cómo haré para saber entonces quíén sos?
- Hay que seguir el juego…
- Hoy se termina.
- ¿Qué cosa?
- El Carnaval, se termina…
- El Carnaval sí, pero la vida no.
- Nunca sabré qué sos ni qué juego es éste.
- Como la vida ¿no?
- Casi
- ¿Querés volver a casa tomada?
- Es sólo una casa
- Poblada por fantasmas, vacía

Orfeo no dice nada más.

Es de noche. Debo cruzar el río, me advierten del peligro: hasta llegar a la otra orilla tendrás que atravesar peligros, hay víboras, reptiles, camalotes, ramas, el suelo es fangoso, arena de río negra.
Tengo que ir, digo, como si cumpliera una misión y camino en el agua, de noche, sabiendo que la otra orilla está allá, más allá, lejos, hay que continuar….

Llegada a la otra orilla, atravesados todos los peligros, salgo indemne, el sol lentamente se va reflejando en el río. Miro el brillo del sol en el agua. Son muchos soles dormidos en la superficie y brillan.
Entonces ingreso en un lugar de piedra, una mina de rodocrosita, piedra rosa, brillante, que espeja mi cara y mi cuerpo. Entonces recuerdo los espejos deformantes del parque de diversiones, los autos chocadores… Me gustaba mirarme en esos espejos: era más alta y más flaca, luego más petisa y gorda, pero nunca era yo. Era divertido y siniestro a la vez: mirarse en los espejos y no ver más que una imagen deforme donde nunca era yo. Luego los autos: subirse a ellos para chocar con otros, girar a toda velocidad y conducir mal, estrellarse con otro auto por pura diversión en círculos, en zigzag, nunca en un camino trazado de antemano.

Vuelta a la otra orilla, miro el río, las olas cuando quiero y debo irme Orfeo ya no está. Se ha ido. No sé quién era. Sólo recuerdo su voz y sus palabras: no podés volver a casa tomada, ahora no…
Es mediodía y el sol está en lo alto. Los hombres y las mujeres de la carroza se van despabilando.
Estoy lejos de ahí, me he ido alejando, me llevo conmigo, ellos no saben quién soy. Detengo la mirada por unos momentos en el agua. Algún pájaro se posa en una rama y canta.

* Escritora, editora y periodista argentina, actualmente vive en Buenos Aires. Ha recibido el “Premio Fundación El Libro” a escritores noveles en 1994 por su novela policial "Pájaros debajo de la piel y cerveza" en el marco de la XX Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Algunos de sus cuentos han sido traducidos al inglés, italiano y coreano. Uno de sus cuentos, "Cartas al mediodía, a la manera de Cortázar" integra la “Primera antología de autores hispanoamericanos” traducida al coreano y pubicada en Seúl, en 2008. Desde hace siete años dirige la revista digital de cultura Archivos del Sur y la revista infantil Barco de papel.

Memoria de mi izquierda, puta y triste

¿Qué queda de la izquierda, aquel movimiento libertario y progresista, reducido hoy en día a una cofradía de cómplices del nacionalismo, del chauvinismo más barato, de tendencias proto-racistas revestidas de anti-semitismo reaccionario? ¿Cómo pasamos de la creación de movimientos de vanguardia como el feminismo, a posturas relativistas que justifican lapidaciones en Irán? ¿Del juicio de Nuremberg al rechazo de la Corte Internacional y la defensa de Al-Bashir?

(El siguiente texto forma parte de las dudas que alimentarán el artículo, "¿qué es la izquierda en el siglo XXI?", que publicaré, junto a otros profesionales, hacia finales de junio).

Ah, la izquierda, esa forma de pensar no conformista, inscrita en la memoria y en el historicismo, capaz de defender las causas de los más desposeídos. Izquierda, te han secuestrado, han amordazado a tu boca, pero antes que te mueras, te vamos a encontrar.

La aberración máxima de esta izquierda sectaria y obtusa actual la encontramos en el rechazo a la Constitución Europea. Inversión de roles, transmutación a lo Matrix: La derecha, of all people, propone un tratado para unir a las naciones, la izquierda se opone ferozmente, junto a los partidos neo-nazi europeos, a su implementación. ¿Pensó alguna vez Sartre ver a la izquierda lanzando sentencias proto-racistas contra los polacos, arguyendo que "iban a quitarles el trabajo" a los franceses? La izquierda convertida en nueva derecha extrema, algo que estos ojos jamás pensaron ver.

El liberalismo, claro; todo es culpa del liberalismo. Es la izquierda desmemoriada, incapaz de producir análisis alguno, que reacciona visceralmente, desde el odio y el resentimiento, como un pelotón de juventud hitleriana.

¿Qué es el liberalismo, sino una producción netamente de izquierda? ¿Qué es el liberalismo, sino la base que produjo revoluciones de igualdad en Francia y Estados Unidos? ¿Qué es el liberalismo, sino un movimiento anti-monárquico que abolió la esclavitud?

La izquierda se equivoca, la izquierda no piensa, la izquierda reacciona como niño y se opone a algo que desconoce. Debemos evitar lanzar a los seres humanos a la "jungla desregulada" del todo vale liberal y económico, dicen. ¿Pero no es exactamente lo opuesto? ¿No es el liberalismo, una teoría de la regulación de las interacciones humanas, basadas en leyes económicas y de mercado? ¿No es eso Adam Smith, Keynes, incluso Friedman?

El liberalismo es una teoría y como teoría se discute, como tantas veces lo hemos hecho desde este espacio. Pero la realidad es que la izquierda se ha quedado sin teoría, sin capacidad para pensar, y ahora centra todo su descontento y su frustración de manera gritona y desordenada sobre algo que desconoce. El liberalismo. La nueva batalla épica a librar.

Esta izquierda amnésica, atropellada y reaccionaria es lo que tenemos entre las manos. Esa izquierda que parece haberlo olvidado todo: ¿Existe experimento más perfecto en la consecución del "nuevo hombre" marxista que la tabula rasa camboyana? Pol Pot logró la revolución agraria perfecta, dejando tras de sí millones de cadáveres y familias rotas. La izquierda parece haber olvidado la reflexión de Foucault, que lo llevó a preguntarse, después del horror camboyano, no si una revolución era posible, sino si una revolución era deseable (désirable).

Y así las cosas, hemos pasado de una reflexión profunda y taimada sobre las estructuras de poder (Foucault), a ciertos análisis sociológicos (Bourdieu) y sobre los media (Chomsky), para finalmente terminar en teorías conspirativas dignas de programas de televisión alarmistas mexicanos.

¿Qué se puede discutir con alguien que afirma que detrás de todo movimiento mundial, ya sea el boicot a los juegos olímpicos en China o la castración femenina en Nigeria, existe un puñado de elegidos (de derecha, claro está), que controlan al mundo como un juego de ajedrez?

Es un grupúsculo tan poderoso, tan extendido y tan influyente, que controla desde los diarios de oposición en Venezuela hasta la guerra de Afganistán. Cuando se pregunta quiénes son, el interlocutor asume tono apocalíptico y cita las reuniones en Davos, el grupo Bilderberg, los masones. Todo esto sin bases, sin pruebas, sin documentos; podríamos agregar los extraterrestres ummitas a la lista, ya que estamos.

¿Pero no lo ves? Es una reunión de banqueros norteamericanos, los cuales el interlocutor se apresurará en subrayar como de origen judío. Antisemitismo 101, para una causa que se indignó del régimen de Vichy y parece haberlo olvidado. Estos banqueros-judíos, en alianza con el "gobierno de los EEUU" y la realeza Británica, planea cosas como intervenir en los Balcanes para evitar un genocidio, no por el genocidio, ¡no!, por algún oscuro interés económico y de control que no pueden precisar.

Es el liberalismo, el liberalismo que se le impone a la gente. No el liberalismo económico (que vuelvo y repito, ya hemos criticado aquí), sino el liberalismo tout court, ese sistema que combatió la discriminación, le dio el voto a las mujeres y creó periódicos en Estados Unidos que son los primeros en denunciar las torturas de la C.I.A. y que, paradójicamente, utiliza "la izquierda" para afirmar su oposición a algo que desconoce.

¿Qué es el liberalismo? Es el escudo semántico, la disculpa perfecta para relativizar alianzas en esta izquierda asquerosa que trata a los individuos como peones en una lucha histórica. Nace el relativismo cultural: El buscar juegos de poder para oponerse a la paranoia de la dominación mundial.

La izquierda confunde "liberalismo" y "liberalismo económico" igual que confunde a los Estados Unidos con lo que los Estados Unidos hacen. Igual que nos hemos opuesto al liberalismo económico, no hemos dejado de oponernos a los derrapajes de la nación de Obama cuando los comete (y de otras naciones). Derrapajes asquerosos, horrorosos, intolerables, cierto. Pero de allí a saltar a un racismo primario en contra de todos los "yankis" hay un paso que la izquierda ha dado y que yo jamás daré.

Esa izquierda, izquierda puta y triste, capaz de aliarse con los gobiernos más retrógrados e injustos del mundo para sentir que han avanzado sus fichas en la cruzada mundial histórica contra quién sabe qué. Esa izquierda asquerosa, servicial, que olvida los periodistas presos en China y Cuba, que ve con buenos ojos el anti-semitismo iraní o los insultos baratos de gobernantes del tercer mundo.

¿Es este el legado de la izquierda? ¿Este juego piche a lo doctor Strangelove? Ese relativismo insoportable, que aplaude a un kamikaze palestino porque, "no tiene otra opción y lucha por la libertad", pero le da la espalda a todo el pueblo de Darfour y al mandato de arresto de la Corte Internacional? ¿Eso es lo que queda de la lucha libertaria? Explicarle a un sudanés masacrado por el régimen de Khartoum que su sufrimiento no entra en el tablero de ajedrez anti-liberal? ¿Que no hay pruebas? ¿Pruebas de qué, por Dios? ¿De presos políticos en Cuba? ¿A ésos les damos la espalda mientras salimos a defender a los de Guantánamo? ¿A cuenta de una guerra histórica mundial?

Y el feminismo: ¿después de lograr pasar leyes de acoso sexual en Europa tiene que callarse ante las vejaciones en Irán? ¿Porque es otra cultura? ¿En Alemania defendemos a las secretarias y en Irán dejamos que un hijodeputa lapide a su esposa porque se le cayó el velo en la mitad de la calle? ¿Cuándo olvidamos que un hijodeputa que lapida a una mujer no es más que eso, un hijodeputa? ¿Cuándo salimos a defender el racismo y el machismo? ¿Cuándo empezamos a aplaudir militares?

Lo siento, pero esa no es mi izquierda. Soy de la izquierda que dialoga con otras culturas, intercambia, construye mundos de paz y libertad, no de aquella que se repliega sobre la xenofobia y el nacionalismo de poca monta para oponerse a Europa como idea. Soy de la izquierda de Gide, Koestler, Popper y Camus, denunciando los goulags en Rusia. Soy de la izquierda que no hace apuestas políticas, que se opone a la pena de muerte en Texas, que mata a dos personas por semana, igual que se opone a los ejecutados en China e Irán.

No soy de la nueva derecha reaccionaria y racista disfrazada con franelas del Ché para gritar, en la conferencia de Durban de 2001, "un judío, una bala" y reducir todos los conflictos del mundo a la afirmación miope de que, en el mundo, hay un solo Estado criminal: Israel.

No. Mis padres intelectuales me enseñaron a pensar. Foucault, Derrida, Lyotard, Wittgenstein: Por ellos, por su cruzada anti-totalitaria donde quiera que sea, por ellos soy de izquierda, de esa izquierda que no acepta, bajo ninguna condición, que haya explotación, tortura o genocidio excusable.

Esa es mi izquierda.

* Vicente es autor de la novela Caracas cruzada, disponible en la red de librerías Sur de Caracas, Venezuela. Su última novela, Historias de un arrabal parisino fue publicada por Ediciones Idea y se consigue en las librerías de Tenerife, España.

Agujeros

Fiesta en el Saloon

La aurora de sus faldas levantadas
por todos los rincones, y el licor
que nos arrastra a la locura.
Johnny rompe las sillas en la espalda
del malvado cuatrero que exigía
rastrero porcentaje. Y el resto de la banda
recorrerá a caballo con nosotros,
cuando llegue el invierno,
como balas flotantes,
todo el Pacífico, si es necesario.
Ya la música
amansa a los muchachos, y hay un ojo que
nos sigue vigilando. No me importa
si maldice Justine al impostor
después de darle caza y darle libertad:
tras consultar su brújula
furiosa, delirante y polisémica
la guarda entre sus pechos
y se sirve otro whisky;
no me importa
si Amanda abre su alcoba para mí
mientras Lucille descorcha riendo otra botella
y me derrama encima este brebaje
que es del color del oro. ¿No estaremos
acaso vivos todavía mañana?


Agujeros

Me hablaba de Moscú o de Dubrovnic,
de todas las ciudades que nunca vimos juntos.
Estaba pálida como una víctima propiciatoria
de una vieja película de miedo, o de un retrato
de Guirlandaio o Boticelli, aquellos que adornaban
las paredes y puertas de su casa,
entre botellas, monopolys y manojos
de compactos piratas dispuestos sobre el suelo
como un extraño pentagrama que invocase
los restos de una civilización
lanzados a las llamas
por pura diversión
adolescente.
Machacaba
pastillas y afirmaba –inverosímil-
mente- que eran usos cotidianos
en todos esos sitios lejanos como inviernos
inconcebiblemente fríos, demasiado
lejanos para comprobarlo. “¿Quieres?”
me decía.
“No, no”. Se concentraba en su agujero
y yo en el mío, y era como vivir una sesión
de espiritismo, pero inverso,
en que esperábamos que apareciese
más tarde que temprano,
alguien real,
lo suficientemente real.

Afuera bien podía dormitar un paisaje devastado.
Las seis de la mañana, una hora perfecta
para sobrevivir aquí en el suelo,
rodeados de todos estos objetos inservibles
que no nos llevarán muy lejos;
y nos amamos en el centro exacto,
como quien dice, de una rosa de los vientos
que presidía el mapa de todos los lugares
en los que nunca vamos a volver a encontrarnos.


Oda a una cantante Pop

Bubaloo es una chica con sabor a frambuesa
que mastica carmín mezclándolo con pólvora.
Está bastante buena, es una estrella
y yo me arrancaría el corazón
para poder meterlo en sus maletas.

Al final del paraíso podremos encontrarnos,
me decía,
y como era una estrella podía perorar
con bastante sentido, de tal modo,
a la vez que seguía su canción.
Recuérdame hasta entonces,
le rogué por mi parte.
jura que vas a amarme siempre.
Toda buena canción también tiene un final
y no hay nada infinito a nuestro alcance,
salvo el universo o el mar.

El paraíso nos rodea.
El mar es la música.
El amor, la trampa.

Si yo me busco a otra
será el principio de tu fin.
Y si tú dices de olvidarme,
oh nena, oh preciosa, oh mi estrella,
yo me olvidaré del mar.


* Es profesor de secundaria y escribe aprovechando los trayectos de ida y vuelta a su trabajo en tren o en autobús. Muestra parte de sus resultados, así como los monigotes que pergeña en sus cuadernos, en su bitácora. También ha publicado el poemario "Nuevos dioses", finalista del premio Voces del Chamamé, Asturias, 2001. Colabora en las revistas de Internet Deriva.org, de Madrid, y El Coloquio de los Perros.net, de Cartagena.

Sobre los autorretratos en el Infierno

¿Los pintó con tinta china?
Yo andaba en la ciudad. Era roma y masiva. Tomaba Red Bull. Llovía y comenzaba a hacerse de noche, quiero encontrar libros de ocasión volviendo a casa, pero estoy lejos todavía. Paso al lado de un iluminado y solitario local de congelados. Nadie salvo una bella morena larga en la treintena y gruesos papeles manuscritos con rotulador grueso. Los leo desde fuera. Se congelan verduras del Renacimiento, se ofrece también tinta congelada. Mi diálogo es lento, muy, muy lento tanto de un lado como del otro, se diría que ella es erudita. Ella lamenta que las verduras en las que me intereso se hayan agotado. Largos silencios pasando por los frigoríficos. Falda en cuero, medias negras, tacones.
Hago para ella el cálculo del precio del paquete grande y recibo un ¨Tiene usted muy buena memoria¨.
Llevo montones de bolsas de plástico. La librería es mezquina y pretenciosa. Jóvenes alumnos de Letras Hispánicas, pupilos mimados de los nuevos profesores, la gestionan. Se me pide que deje todas mis bolsas y no encuentro sino títulos anodinos. Se saludan a grandes voces, noto la forma automática en que dicen que es difícil de encontrar la Generación Beat y se recomiendan los unos a los otros leer. Veo que se burlan de mí...
Los únicos libros que tomo para mí en medio de sus basuras pestilentes tienen un precio desorbitado, como un suplicio.
Parecían en todo caso excitados por la idea de que yo los visitase.


Es así como decido pintar otro tipo de autorretrato. Llevará como título Los pedantes de Praga, siendo Praga el nombre de la librería.

Iba a estar en ello aún varias horas esa noche, ya que todo comenzó por una cosa más simple. Una amiga francesa y otro amigo americano vienen a visitarme. Viendo todos esos dibujos sobre kraft, lamentan que yo no haga más autorretratos. No hay bombillas que funcionen, de este lado de la casa. No hay sino la grande y nueva caldera que funciona 100 por 100. Calienta el taller y el salón, mi amigo americano podrá quitarse el abrigo y la bufanda. La Gioconda es un tema eficaz para atraerles un poco, he hecho varias. Mis gustos no cuentan más, ya no se está a la escucha...

Les debe gustar verme, cuando insisten tanto en el autorretrato...

Pienso que debería entrar en el juego social, si quiero volverme un hombre de negocios. En la calle Zapatín se venden recuerdos, calzados... Hace tiempo que dicen la buena ventura, suficientemente cara para que sea negocio. Instalarse en la provincia. Hacer correr rumores. Las videntes en mi medio son las que llevan todo al cabo. Cuento mi proyecto de viaje, hablo de las bombillas, ven una mujer en mi vida. Se me recomiendan cuidados cosméticos un poco extravagantes de los que tomo nota en las hojas naranjas de papel de la vidente. Hay que purificarse con agua de romero y meter claveles en la bañera, mitad blancos, mitad rojos.
Mi deuda kármica ha terminado.
Me he movido demasiado tiempo en el plano astral.
Más del lado de la pintura que de la escritura, mis ganancias.


Mi amiga francesa está conmigo todo el tiempo.
Mira su reloj, me tengo que dar prisa, tengo que quemar Fasur antes de la puesta de Sol. Por otra parte, en el incensario, la otra tarde, quemé por torpeza un perfume profano. Huele bien y pinto escuchando música.

La tinta está fría pero suficientemente fluida. Es animal y viviente, apesta a pescado.

gesto tenso
Wayte, Merton

composiciones

medir el Infierno *su longitud y anchura, su profundidad

+visualizar a los condenados
+oírlos gritar
+sentir la temperatura de las llamas y los calderos
+percibir el olor del humo


Mi amiga francesa escribió sobre mí al principio del Invierno un largo artículo científico. Cito: "Es un brujo. Su Arte es un tipo de magia a la vez antigua y propia a los revolucionarios, al tarot, a los cabalistas..." Ella describe mi taller de trabajo como un laboratorio de alquimista. Incluso los libros que están desordenados la sorprenden. Las tres velas que siempre enciendo en el suelo. El día en que le propongo posar desnuda ella parece transportada, esperándose una especie de metamorfosis.



Tengo muchas ideas. Pero no comprendo mis ideas. Ninguna idea que me ayude a describirlas. Así que propongo que mejor vayamos a su casa, para no ser molestados y que tomemos las primeras notas.

Ella posa tendida de lado. Trabajo sobre kraft. Hago tres (1 m x 150 cm). Después ella hace toda una serie de gestos de cortesana (me ofrece un vaso, un cigarrillo, mira de reojo sosteniendo el cigarrillo, abre una camisa...) que yo fotografío moviéndome alrededor como en una borrachera. La significancia pasa muy rápido por el cerebro, y se evapora. Ella se duerme en el sofá del taller y yo trabajo en una tela de 2 x 2 en el suelo con botes de un litro de óleo blanco titanio y de tierra quemada. Dibujo su chaqueta con un rojo de cochinilla y su minifalda con indigo.
Me acuesto en la alfombra. Mi amiga francesa cuenta sus fantasías sin moverse:

"Yo subía al Cielo y unos ángeles travestis me interrogaban. Una de estos ángeles, negra, pintada de azul en los párpados y rojo vermellón en la boca, se aproximó a mí y me preguntó: ¿Conoces el camino? ¿Has seguido nuestras huellas? ¿ Ves la leche seca y la música parada desde nuestros gritos? Yo miraba alrededor, allí había fenómenos de espacio llenos de movimiento, de luz y de sombras. Mi ceja derecha señalaba a la Luna, la otra al Sol. El ángel atraviesa a una gran velocidad el espacio hacia el fondo y allí se pone a flirtear sobre un enano. Los dos desaparecen.
"Otro ángel, esta vez invisible, me cuenta, amiga mía, debes hablar de una Guerra en el Cielo. Siquiera sea la de la ignorancia. ¿No debería hablar yo más bien de una Peste en el Cielo? ¿Cuál es la Razón de Dios, que ordena la enfermedad o los sueños? Hago un viaje a través del trance a las Verdades del Cielo. De donde sale mi:

"1er éxtasis
"Una mujer que representa a la Tierra está afligida de los días de su menstruación. Con su concubino en la cama ella se queda la braguita blanco hueso amplia y apretada. El concubino le propone, ya que ella quiere evitar el coito pero no los juegos, ponerle un poco de mantequilla en la entrada del ano y sodomizarla. Muy pronto ella empuña el sexo y precipita un "córrete en mis tetas, entonces". Ella lo masturba, tendida sobre él, enérgicamente. El concubino recibe sus jadeos y experimenta un reconocimiento íntimo de su propia excitación en el aliento de ella, su masturbadora frenética. En su frenesí ella añade sus pezones a los stimuli sobre el glande. ¿A quién representa el concubino de la mujer que representa a la Tierra? ¿Sería Adán, destinado a reposar en su interior? Y sin embargo, la Tierra, afligida de los días de apocalipsis en los cuales sus frutos tornan a la amargura, ahorra al Hombre Primordial el reposo de una tumba. Ella prohíbe el coito, y, no obstante, juega con el hombre el juego del Amor.
"La Tierra unta sus tetas del semen del Hombre. Sueñan juntos que esta sustancia los afirma, los hace más pesados y más suaves. Es el Cristo. No está con ella para fecundarla sino para ungir su cuerpo, para sublimarlo. Sutilizarlo, diríamos, a fuerza de atarearla, alocada, sobre el suyo propio."


¿Está poseído por el diablo, o un vampiro?

Me he preguntado si mi amiga francesa sería una espía. Este temor de que ella sea una agente secreta es equivalente del temor de hacer el amor con una especie de vampiro o de demonio. Su debatirse, sus orgasmos, me parecían en mi angustia extraer su fuerza de una intencionalidad infernal, arcóntica, de fiera saturniana, como por querer añadirme al número de los servidores o esclavos de un dios malvado, de una Babilonia o de un Moloch de los que yo ignoraba los detalles. ¿Debíamos comprobar las fisuras en la seguridad de los aeropuertos americanos? En los rayos X la paraban varios minutos y sacaban una navaja nada pequeña de la que ella no me había prevenido en nuestros equipajes de mano. Ella contravenía por método las órdenes. Se levantaba y andaba hacia los servicios durante el aterrizaje, haciendo saltar como por resorte la única azafata de un pequeño vuelo Miami Washington. Cruzaba las avenidas por fuera de todo código del peatón. Se hacía sospechosa.
Mi silencio nuevo, la amplitud de mi discreción, son ya síntomas de posesión, difusos estados vampíricos.


Iremos a intentar vender ciertas obras sobre kraft al mercado latino de Estados Unidos. Nos informamos sobre el coste de un viaje a Miami tomando en cuenta que hay ABSOLUTAMENTE que entelar los papeles. A causa del clima caliente y húmedo de Florida los coleccionistas no comprar NUNCA papel.

Berthe querría que yo pusiese un poco de orden en mis rollos de tela y mis sustancias amontonadas. Me sugiere trabajar en caballete para no hacer abolladuras sobre la tela. Igualmente la irrita que yo corte mal el kraft haciendo difícil el enmarcado, ya que pinto hasta el borde. Y después la idea de entelar los kraft le parece excelente justamente porque permite aplanar las ondulaciones y hacer la obra lisa.
La tela necesita abolladuras y el kraft ondulaciones para ser pintura.


Con vistas a encontrar algo de cachondeo y estar listos los dos para las ideas de la pose, reflexiono sobre la sustancia a consumir juntos. Soy personalmente cafeinómano. Pero conozco algunas sustancias del lado no legal, ligeras en principio. Pienso en el cáñamo, que me ha aportado otras veces una economía del volumen y sus agenciamientos en la composición, así como una cierta sensualidad perceptible en mis trazos. Mi amiga se dice conocedora, antes de nada nos dejamos ir en las calles de mi barrio, allí donde basta andar despacio para que te lo ofrezcan. Aún es de día, pasamos al barrio de la montaña, imperceptiblemente, entablamos un diálogo en marcha con un étnico del terruño. Lleva dos chinas de polen. A diez euros. Tienen buen olor. Todo parece en orden. Estoy operando a la vista de todos y mi étnico me sugiere correrme un poco. Sonriente he pagado con un billete de 20 euros, porque creí comprender que estaban a diez cada una. El honesto camello me devuelve diez. Yo por mi parte le devuelvo una de las chinas, un poco contrariado la toma y masculla: haz lo que quieras.

Ella abomba y cimbrea sus caderas acodada a la alfombra, mostrándome el sexo a través de la sutil braguita. Mi coleccionista del XXe asegura que los pasteles se prestan a los efectos facilistas. Es quizás en los otros pintores. Volubilis. Los pasteles Sennelier portan extraños y sutiles espíritus, tienen una plasticidad efímera que pide que se les ahorre el fijativo. Llevamos con nosotros, haciéndola rodar por el taller al desplazarnos, una grabadora. Ella está entrevistándome mientras posa, es una superdotada. ¿Cuál es mi relación con el mito, con las divinidades antiguas?


La pintura, cuando depende del Arte, está siempre más cerca de la escultura que del dibujo. Es necesario que los espíritus tengan el espesor en el que depositarse, algunas manchas pesadas para agarrarse, una cierta confusión en los brillos, una superficie que esté recorrida por especies de olas, que les sea análoga. Estamos descubriendo la materia. ¿Qué es la Prima Materia sino la Materia más querida, aquella que lleva en sí el fuego de los sueños y de los paisajes de infancia?
Se podría hablar de un Deseo de Materia como de un espejo en el que la pintura hace visible el deseo de las almas por el espíritu. El pintor, pues, va a buscar abajo, baja a las cavernas, para que el alma, el pensamiento, pueda ascender al Cielo, con el Padre.

Es tarde en la noche pero una buena hora para ir a escuchar verdadero flamenco a las cuevas del Sacromonte, las que no tienen programa. Estamos como debilitados por todo lo que hemos estado haciendo, por la embriaguez y por haber follado, por la música atronadora de nuestra discusión. Una zambullida en el Cielo, saliendo a la calle. Como los átomos de Lucrecio, pasando a través del vacío y su risa.

Nos alejamos demasiado en nuestro paseo. Las cuevas que vimos no nos interesaron, las dejamos atrás y seguimos el camino: pasamos, en la oscuridad, la cuesta que lleva a la abadía. Caminamos por un camino de tierra sin luz que en principio debería desembocar sobre la pequeña cortijada de Jesús del Valle, casi en las fuentes del río. No ignoro que es un lugar de más en más deshabitado. Antes hacían pan, existían en mi infancia campos de algodón y granjas, la última vez que vine no había más nada de eso. Una soledad asfixiante y las idas y venidas, en el momento de la hora de la siesta, de un motorista inquietante que me miró desde lejos con un fondo de amenaza.

Un piano se deja escuchar al fondo del valle. Por el campo, tropezando con ramas caídas y la inefable angélica seca, Berthe avanza hasta una ruina y desaparece. Yo querría decirle que volviese. Pero el temor de atraer a los que yo suponía ser delincuentes me hacía tragarme mis murmullos: me adelanté y me acerqué al agujero arenoso de una ventana. Desde ella pude apreciar un piano. No quedando puertas ni techo ese piano todavía entero me sidera, veo velas humeantes y ninguna silla. El silencio no me deja suponer nada.
Berthe.
Creo oírla bisbisear: sí, ven...

Debo confesar que es abrumado por una gran timidosidad como entré en esos lugares: parecían vacíos de pronto. Cercos de vasos sobre la caja de resonancia. Frente al piano, ennegrecido por capas de humo, un cuadro cuyos detalles se ocultan tras la pátina. Tiene el aire de esa pintura de desnudos alegóricos y costumbristas de Julio Romero de Torres. Pero la firma es de otro.

Un mareo se instala en mí. Voy al fondo hasta la única puerta de la ruina: la voz de Berthe se deja oír detrás de esa puerta. Dice que va a presentarme a un pintor.

Vuelvo al cuadro.

Hay tigres que rodean a una pareja de enamorados en ese claroscuro del betún y de las tierras negras que no cesa de arrebatarme. Un fondo de crepúsculo.

¿Te explico el cuadro? El hombre es gitano o agitanado. Nos damos las manos. Un perro ladra cerca del río, distrayéndome de las explicaciones del pintor. Pero pasamos a otras materias. Me pregunta mi nombre e insiste en que le dé los dos apellidos. Puede ser que conozca la familia de mi madre. Me toma del bíceps y conduciéndome al fondo y con la mano en el pomo de la puerta me repite varias veces que es José, el padre del padre de mi madre.

* Manuel es pintor y escritor granadino residente en París (Francia). Puedes descargar su novela Pleroma aquí.

Infortunio

Compartir el premio

he pensado que debía compartir este premio con otros compañeros de infortunio, los he buscado, no existen. Sucede que la sociedad ha vencido al artista, sabe que lo ha domesticado, lo ha instalado sabiamente en un Zoológico de jaulas, de galerías por todo el mundo, cuida a su artista como animal de granja, lo alimenta, lo mima, con exposiciones y lujosos catálogos, con premios, con becas, con encargos. Para que no moleste y no molestará. Alguien me ha reconocido entre nosotros (creo que he sido yo mismo) como el último artista incómodo.


Jorge Oteiza
Cartas al príncipe, 1988.


Cuando Oteiza, en las Cartas al Príncipe habla de "mis amigos del infortunio" y se acaba reconociendo como el único infortunado superviviente, se está situando, sin duda, del lado de la excepción: excepción a la cultura.

En ese sentido me es muy grato ir construyendo un espacio que, aunque virtual, va reuniendo en breves mezclas sobre la pantalla la carnaza misteriosa, brillante, húmeda, de aquellos que dedican su vida a la tarea del arte, en tanto que excepción a la cultura.

Entonces, INFORTUNIO SHOW consiste en reunir a un grupo de artistas alrededor de un soporte (hasta la fecha nunca alrededor de un tema) y mezclar sus piezas en el espacio que ocupa un monitor de 15". La intención es ser lo más neutro posible en la mezcla, en un intento de no hipersubjetivizar la mezcla, pero eso creo que solo se cumplió en Infortunio Uno. Las otras mezclas me las he tomado con más libertad.

La intención principal del espacio es dar visibilidad en la red a aquellos artistas que no la tenían y fomentar la de aquellos que ya la tienen. Pero esa labor siempre dentro de un marco muy concreto que es el de "los contactos", los artistas conocidos. Infortunio, hasta la fecha, no es un espacio de convocatorias abiertas sino más bien una búsqueda personal, una apuesta personal. No me gusta esa idea de la ultrademocracia de Internet. En Internet hay mucho ruido y, en ese sentido, intento canalizar en el espacio de Infortunio nada más que las pequeñas resonancias de los artistas conocidos que me afectan corporalmente. Si no me afectan no vale, esa es la criba. El hecho de haber estudiado en Bilbao es aquí constituyente, ya que la mayoría de los artistas que colaboran son gente de Euskadi.

Pero
la dificultad de llevar adelante un espacio de estas características, evidentemente virtual, es conseguir que la carnaza del material que se muestra siga manteniendo su brillo, en la medida que sea posible. Esa es la dificultad y el punto de inflexión que me obliga siempre a estar alerta (neutralidad o no neutralidad). Tengo que tratar con delicadeza las piezas de los artistas porque son artefactos extraordinarios que tienen que estar dispuestos de la manera más favorable posible. Esa es la difícil tarea del curador si es que, en definitiva, quiere continuar sabiendo algo de su deseo. Y con esa tarea me las veo cada vez que organizo una mezcla. Lo demás es el mérito de los artistas que colaboran con sus piezas y su disposición, que eso es la leche. Y todo eso dispuesto a los ojos sin freno del internauta.

Carta en el cajón

Perdóname si muero joven. Realmente me gustaría existir toda la eternidad. En ti, contigo. Pero quizá eso nunca esté en mis manos, o puede que, lo estuviera y dejase escurrir demasiados minutos entre los dedos... Quizá no hice lo suficiente por quedarme a este (tu) lado... Sólo puedo alegar en mi defensa que viví al máximo. Agoté cada aliento, tuve sueños y muchas pesadillas, de las que siempre desperté. Cientos de miles de veces. Perdóname cuando, por una sola vez, no pueda hacerlo, sólo así descansaré en paz.

* Artista audiovisual y escritora. Parte de su obra se puede ver y leer en su blog.

El Metabolismo de la lágrima

95

¿seguiré agitando
rostros y recuerdos?
¿veré aún espejismos
de fuego sobre el mar?
¿encontraré flores en
su fondo de arena y coral
allí donde un equinoccio de lágrimas
se ha convertido
en pálido refugio del dolor?
¿ entonarán la olas
elegías de nostalgia?
¿podré descifrar esa
esas huellas lacerantes
diminutos pasos
bordados en las sendas
del ayer?


96

Teje con hilos de crono
siembra maíz y girasoles
oro del sol.
danza con la lluvia
se quiebra cual junco.
contempla los nudos de la eternidad
donde están engarzadas
las cuentas del futuro.
viaja por el largo pasadizo
del inconsciente oscuro
rasga el velo
y descubre la gloria del amor.


97

¿si develo los secretos
mataré el ahogo?
¿ si apago las obsesiones
en un vaso de rocío
encontraré la isla de la libertad?
¿si digo corazón
hallaré la respuesta?
¿si me hundo en la niebla
aparecerán las llaves del exilio?
¿si juego con la melancolía
amansaré fantasmas?
¿si dibujo palabras
me salvaré de lo fatal?


* Escritora y traductora. Ha obtenido numerosos premios literarios, entre ellos, el Primer Premio Nacional de Narrativa y el Primer Premio del XVI Certamen Nacional de Cuento en Argentina. Es autora también de los poemarios "Mandala", "Espejo de los días", y "El Metabolismo de la lágrima". Recientemente obtuvo el Premio de la Editorial De los Cuatro Vientos, por su poemario "Hechicera empurpurada". Sus poemas han sido traducidos al búlgaro y al catalán.

Doce de Octubre

El rico olor del chorizo con huevos, el aroma del café de olla y el alegre ritmo del acordeón y el bajo sexto de la música regional transmitida por la radio despertaron a Cleto aquella fresca mañana de octubre. Su padre se había levantado, como de costumbre, a las cinco y media de la mañana a preparar el desayuno para los dos, antes de irse él al trabajo y Cleto a la escuela preparatoria.

A Cleto le gustaban los desayunos con don Teno que, además de ser buen cocinero, acompañaba muy bien a los acordeonistas de “la guapachosa del Valle”, cantando los corridos (para saber “quién es quién”) mientras guisaba el almuerzo. Cleto, que no tenía buena voz, acompañaba a su padre, silbando las canciones, mientras ponía la mesa. Esta hora de la madrugada se había vuelto la favorita del día para Cleto, no sólo porque compartía con don Teno el desayuno, sino también porque convivía con él, ahora que se habían repuesto los dos de la muerte de doña Tomasita. Durante esos almuerzos, Cleto y don Teno se intercambiaban chistes, y escuchaban y comentaban las noticias del día que la radio mexicotexana transmitía siempre a las seis en punto de la mañana.

En efecto, el almuerzo se había convertido en una importante tradición para la familia Hernández. Era el momento en el que los dos Hernandez, se sentían más unidos y aunque generalmente reinaba la alegría y la jovialidad masculina, a veces aquel hombre matriarcal se volvía tierno y nostálgico recordando a su finada esposa. En esas ocasiones evocaba las últimas palabras de doña Tomasita: “Forja a Cletito en un ambiente cristiano y enséñale a ser bueno y noble con los mayores”. Era cuando don Teno recalcaba la importancia de cumplir con la última petición de doña Tomasita: obedecer a los maestros, quienes “representan a papá y a mamá” en la escuela. Terminando el desayuno, levantaban la mesa, se despedían y se iban cada uno a sus oficios.

Al llegar Cleto a la James Bowie High School, se enteró que andaban alborotados todos los profesores de español porque había llegado la noticia que un grupo musical de Sudamérica estaría visitando la escuela con motivo del “Mes de la Hispanidad”. La conmoción se debía a la opinión colectiva del profesorado del Departamento de Español que la población estudiantil—en su mayoría chicana— poseía escasa cultura. Ahora, con la presencia de los músicos sudamericanos, los estudiantes no sólo podrían escuchar el castellano hablado correctamente sino también cantado correctamente.

Los profesores ya se habían estado preparando para festejar la Hispanidad organizando concursos entre grupos de estudiantes que habrían de representar a los diversos países de Hispanoamérica y de España con bailables y piezas musicales. Por su parte, los profesores se habían encargado de preparar platillos típicos de los países hispanos para que los estudiantes pudieran conocer “el auténtico” modo de guisar hispano. Todos los estudiantes de español, además, tendrían que saber los nombres de los hombres célebres de España e Hispanoamérica. La profesora de español de Cleto, La Sra. Jackson, se mostraba especialmente emocionada ante la visita de los extranjeros. La profesora les había reiterado a sus alumnos—en particular a los chicanos— lo importante que era para ellos conocer “los verdaderos valores culturales” del mundo hispano, para que pudieran tener más autoestima y orgullo en su herencia cultural. Para estos fines, la maestra había colocado en las paredes de su salón de clase pósteres que manifestaban algún aspecto cultural que los alumnos deberían conocer de los diversos países hispanos: corridas de toros, bailes flamencos, el jai-alai y el fandango.

A Cleto y sus compañeros les dio vergüenza tener que vestirse como gauchos o tener que bailar la rumba ante el estudiantado reunido el Doce de Octubre en el Aula Magna de la escuela, pero lo hicieron por no ofender a los profesores. Los maestros, sin embargo, no comprendieron la falta de entusiasmo de parte de “la raza” durante el acto… y a otros les dio ira cuando algunos estudiantes silbaron a los bailarines sudamericanos. Y a la Sra. Jackson le dio coraje, y luego sintió lástima, cuando al pasar el tiempo vio las cruces, rayos y “con safos” (c/s) que aparecieron en los pósteres de su salón.

* Cipriano es jefe del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Texas en Brownsville.

Pigmentos

Un vagabundo me ha pedido diez perras

Yo también un bello día he salido con
mi gente
de vagabundo

Yo también
con dos ojos que tienden
la mano
he sostenido
la puta miseria

Yo también he pasado hambre en este jodido país sagrado
también he creído poder
pedir diez perras
por piedad para mi vientre
hueco

Yo también
hasta el fondo de la eternidad de sus
bulevares con la pasma
cuántas noches me he dejado
llevar
también
los ojos huecos

Yo también
he tenido hambre los ojos huecos
también he creído
poder pedir diez perras
los ojos
el vientre
huecos
hasta el día en el que he estado
harto
de verlos mofarse
de mi gente de vagabundo
y disfrutar
de ver a un negro
los ojos vientre huecos.


Sueldo

Tengo la impresión de estar ridículo
con sus zapatos
con su esmoquin
con su pechera
con su falso cuello
con sus monóculos
con su bombín

Tengo la impresión de estar ridículo
con los dedos de mis pies que no están hechos
para transpirar desde la mañana hasta la noche que desnuda
con las vendas que debilitan mis miembros
y quitarle a mi cuerpo su belleza en taparrabos

Tengo la impresión de estar ridículo
con mi cuello en una chimenea de fábrica
con estos dolores de cabeza que cesan
cada vez que saludo a alguien

Tengo la impresión de estar ridículo
en sus salones
en sus modales
en sus reverencias
en su múltiple necesidad de payasadas

Tengo la impresión de estar ridículo
en todo eso que ellos cuentan
hasta eso que os sirven en el almuerzo
un poco de agua caliente
y pasteles con ron

Tengo la impresión de estar ridículo
en las teorías que condimentan
al gusto de sus necesidades
de sus pasiones
de sus instintos abiertos a la noche
en forma de felpudo

Tengo la impresión de ser ridículo
entre ellos cómplice
entre ellos chulo
entre ellos degollador
las manos espantosamente rojas
de la sangre de su ci-vi-li-za-ción.


Pronto

Pronto
no haré más que bailar
pronto
no haré más que cantar
pronto
no haré más que rozarme
pronto
no haré más que remojarme
pronto
no haré más que bailar
cantar
rozarme
remojarme
rozarme
remojarme
cantar
bailar
pronto.


* Traducción de Pierre Kindou (Marsella - Francia)

Remigia

A Remigia los de la carnicería la llaman Remigio.
“Su voz era áspera aunque su mirada no raspaba/ y si andaba contenta…”, pergeñó sobre ella ese cuajarón de poeta barrial que pernoctaba, cuando no llovía, en la plaza. Llovizna descendía en el amanecer de aquel lunes cuando él la besó en uno de los bancos, a poco de emplearse Remigia “en el petit hotel”, como ella misma había pregonado, de los Scioli. Sin escrúpulos entreverábase. Con un tal Cristianno, repartidor de volantes, llegó a aposentarse sobre la enorme frazada que desplegaran en una noche de corte de luz, en la única obra en construcción abandonada de las inmediaciones.
Transcurrida buena parte de su existencia aparecióse con vincha de plástico en su casquete reacio y un par de bolsas traslúcidas repletas de paquetes inestimables. Pronto fue advertida por las calles con ropa zonza y nueva y el cabello recogido. Es muy alta esta mujer y nada hermosa. Los omóplatos le sobresalen. Envuelta ahora en prendas vistosas, siempre algún detalle sutil atempera tanta hirsuta contundencia: aritos de oro, cinturón o hebilla, una fragancia. Fragancia con el nombre de pila de su mamá. Mamá que falleciera veinticinco días antes de pisar entonces Remigia la estación Retiro.
Ella está al servicio de un matrimonio, el fruto del matrimonio y la tía del fruto. Constituído éste por Arturito, “el débil”, muchachón ceceoso; Ignacio, modelo de artistas plásticos y estudiante universitario con una carrera concluída; y Ernestina, quien ya cuenta con intrascendentes diecinueve años. La tía realiza los quehaceres a la par que Remigia, exceptuando las compras. Conversan. Remigia le confiesa sus románticas propensiones.
Ella se cartea con su segundo padrastro, su primer amor. No, sin embargo, quien la desflorara. Ese había sido Francisco César Richietti, ex–pugilista, medio mediano, un alma serena, seductor parsimonioso, inolvidable (con su nariz arrasada), y por quien atesora un embargante agradecimiento.
Está imaginándose cosas con Arturito. El que por las mañanas es distinguible exánime. Descastado o devastado, a Remigia la enternece. La colmaría que Arturito se entusiasmara con ella. Sabría cómo enardecerlo.
Así Remigia, mejora la ortografía con una maestra particular, come poco, es pulcra, teme que su piel se aje. Usa anteojos para leer revistas, se solaza con Grandes Valores del Tango (en especial, con Roberto Rufino), entre el cuatro y el siete de Enero tiene muy presentes a los Reyes Magos. Saludable: solamente caries y espasmos en los dedos cuando hace frío seco. Nunca fumó, calza más de cuarenta, sueña que la sueñan, y espera morir un día, sin apuro, y sin que ningún niño la vea.

* Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, la Argentina.

LIBROS PUBLICADOS: Entre 1988 & 2008, varios de ellos a través de los sellos Libros del Empedrado, Filofalsía, La Luna Que, Recitador Argentino: Obras completas en verso hasta acá, De mi mayor estigma (si mal no me equivoco):, Trompifai, Fundido Encadenado, Picado contrapicado, Tomavistas, Propaga, Ardua, Pictórica, Desecho e izquierdo, Sopita, Leo y escribo, Del franelero popular, Ripio, Corona de calor (poesía); Las piezas de un teatro (dramaturgia); Historietas del amor, Muestra en prosa (cuentos y relatos); El Revagliastés (antología poética). Casi todos cuentan con ediciones electrónicas disponibles gratuitamente en numerosas bibliotecas digitales.

LIX

en una tierra donde
los muros se alimentan

de golpes
manos descarnadas

el símbolo es la desgracia
que circunda que persigue

sospecho
que bajo la arrogancia

existe
la metástasis de Dios

un dolor insoportable
pareciera caminar

sobre lo llano

podría ser la trampa
que resulta

cuando la lengua dormita

los latidos existentes
bajo el torso petrificado

de la angustia

el puño del tirano
defraudó mi mejilla

dejó gélida mi boca

tanto frío para soportar
incluso

las miradas

habría que sellar
con tierra

las ventanas los postigos

proteger las costras
que cargamos como bestias

contra la carcajada pública
del corazón

no hay quien
se libre del látigo

quien olvide
los contornos

tal vez finalmente
me estoy acercando

es posible contraer
los precipicios

provocar la forma
que delate

que repugne

ya no brotan visitas
no tiemblan las puertas

advierto el canto
de los que simulan

mi muerte

la humanidad postrada
cuyo manto

desconoce la silueta

incluso el gemido
adorna los espejos

la letra torcida para acaecer
del otro lado

sucede así

si es que huyen
o revelan la sustancia

que torna piedra
a los cuerpos

existe una voz
que suplica

una voz que se alza
impúdica en el Manicomio

donde no tiene escoltas
la apariencia

ni hay riesgo de división
ni simpatías

que se diga lo siniestro
y lo impalpable

es posible reunir
todos los gritos

y aún así
que nadie escuche

añoro nada

el fondo de un ademán
quizás humano

nada

recto es el lugar
del disimulo

escucho el llanto
de todo aquello

que no debiera
haber nacido

Dios aún respira


* Poeta argentina nacida en 1979. Parte de su obra literaria se publicó en la antología "Cadáver en mano” (Visceralia Ediciones, Santiago de Chile). Colabora en diversas publicaciones literarias. Su poemario “Sobrevivir es una Curvatura” fue publicado en la revista “Casa Litterae". Realizó la selección y notas de la muestra de poesía argentina organizada por la revista mexicana “Círculo de Poesía”. Sus poemas han sido traducidos al catalán, al italiano y al inglés.

Carne de Santo

Perdí a la tropa que me coreó toda la noche. Era un hombre de palabra.

Llegué a la mar bella y aparecí con otra voz: renací danzando picante con dientes. Allí merodeaban varios de los poetas que conozco de buena fe por ojearlos en los enunciados profundos del silencio: Sylvia y Federico sobre toalla, cazados desnudos tumbados de la mano bajo el garbo sol / a su aire Juan Ramón degustando una infusión que su vientre dios le preparó, avistando pensativo las pasajeras nubes / Alejandra, alegre, cultivando mate en su sotobosque: en fin, disfrutando / y Fernando echando una ausencia gramatical al parchís con tres de sus más altos grados intelectuales.

Dejando de una parte a estos inspirados en la playa, me acerqué al otro a tientas. Tenía la mirada perdida en el mar. Tras sentarme a su veraz vera, me dio por platicarle, pero permanecía misteriosamente abstraído por los espíritus del agua.

¿Cuánto tiempo llevas aquí? [Sonó una voz que me liberaba].
Bastante, contestó él con una atrayente tensión.

De súbito se nos acercaron unos perros. Mas no los perros a los que uno está habituado en las calles, sino que me recordaron / en el corazón / a esos otros perros que los sientes [lobos], cuando se acercan sin tino a las jaimas hincadas en tierra en la cerrazón [noche], cuando estás dormitando en el desierto del Sahara y te levantas angustiado pensando que esos lobos [perros], que buscan comida velando bajo la luz limpia de la luna, van a devorarte fieramente. Uno de ellos - el más fiero quizás - se echó a nuestro lado, mientras el resto de la manada se quedó aguardando lejos [ya sombras], mucho más lejos aún de la visión de los poetas.

Carne de Santo no se impresionó lo más mínimo con el animal. Lo acarició, como quien acaricia a un perro, y me miró profundamente.

Tienes sed, [le habló al perro].
Sed / sueños / sucesos / imágenes, lo mismo es, suspiró el animal. Necesito cristalizar en este laberinto de ilusiones.

Me encrespé. Como lo hacen los animales o el mar. Nunca antes había visto a un perro hablar de esa manera ni de ninguna. El perro, tras unos instantes, me miró con el rabillo del ojo - como quien interpela a alguien - así que me dispuse a hablarle, pues no parecía que tuviera otra cosa que hacer en aquel lugar inquietante.

¿Vivir o morir?, le pregunté.
Voy sorteando las artes, respondió el perro. He venido a recitar al mar esta mañana, pero antes necesito enjuagarme la voz, las manos y los pies.

[Yo] no entendía nada.

Carne de Santo, como decidí llamarle en mi inconsciente, estaba preparando fuego, chasqueando con destreza los dedos de sus manos. El perro empezó a menear el rabo, señal de contento. Aparecieron cenizas al cabo de unos soplos y, de imprevisto, hubo un gesto por parte de los dos que me intranquilizó.

¿Sabes tocar la cítara?, me preguntó Carne de Santo.
No. Últimamente voy caminando a todas partes, le dije yo.

Ves, ahora vas entendiendo [pensé]. Seguimos con la plática.

Y dios, ¿es cierto que se embriaga con un vaso de agua?, les interrogué.
A veces sí, le da por ahí al darnos oídos, dijo Carne de Santo.
¿Quién es él?
Te doy mi palabra de que dice sentirse una hembra, contestó el perro. De hecho el otro día le eché un buen polvo; y se relamió.

Numen [sentí].

¿Por qué te alejas de las malas presencias?, osé preguntarle al perro, aun sin saber a cuento de qué, ni por qué motivo.
No me hagas esa pregunta ahora, animal.
Entonces dime por qué abandonasteis la diáspora, le pregunté ahora a Carne de Santo.
Porque aquí / junto a los muertos te sientes vivo. Y vivir en vida es un riesgo emético, estando muerto eso no sucede, no sientes ese miedo mordiente, todo marcha mucho más fingidamente, contestó con una energía brutal el santo.

El tiempo se convirtió en una espera maligna. Advertí que empezaba a anochecer. Vino un señor con aspecto de bereber y me ofreció una manta. Me la puse encima y sentí calor. Soplaba el viento a trazos cortos y una luna seguía posada sobre nuestros cuerpos. Volvió el señor bereber a ofrecernos una flamenquilla de barro en la que había cordero recién asado y, también, legumbres asadas. Nos ofreció pan, un pan antiguo. Comimos los tres sin mediar palabra, secretamente. El bereber nos dio de beber lluvia bendita: o eso dijo el perro que era.

Silencio.

¿Cuáles son los signos en la poesía?, pregunté luego.
Las palabras / cortan / transforman / viento / descubren / voces. Mira: un cangrejo, éste por su aspecto debe de venir de Aguascalientes, comentó Carne de Santo.
¿Por qué en vida no te tomaron en cuento y después de muerto pasaste a ser un poeta de culto?
Lo de siempre, pero a mí eso ya no me aflige. Yo estoy muerto.

Transitó algo a nuestro lado.
El cangrejo de Aguascalientes [imaginé].
¿Alcanzas a ver eso?, me preguntó el perro.
Sí, un cangrejo, respondí.

Se notaba que el cangrejo sufría. Pero yo proseguí con mis dudas y él con sus huellas.

¿De dónde viene la idea?
Está inscrita en el horizonte – dijo volteando la cara hacia el mar. En aquel lugar donde resucita la carne. La otra dimensión de la vida / habló con ímpetu Carne de Santo.

En esos momentos se escuchó el quejido de un muerto. Sentí un miedo escalofriante. De inmediato se levantó un fuego y se extinguió de pronto. Se nos encendieron los rostros, nos vimos las caras, se nos movió el ánimo y todo quedó en silencio. Un silencio cáustico.

Ulteriormente me estimularon con las charadas y las brincamos bien adivinando. Me levanté, en realidad yo era un insurrecto, un ser animado, y luego nos sentamos a recitar unos versos sueltos junto a los otros poetas de antes. El mar rizaba el viento.

La eufonía, [pensé para mis adentros].

Entonaron letrillas que me recordaron a alguien. Pensé en el desierto y enseguida / el vientre / sentí / el cráneo/ la hembra / el útero / las entrañas.

Debí quedarme dormido, confuso, pensando en nombres. Se hizo el amanecer y al poco la noche.

Ahora eres un poeta póstumo, me dijo alguien en sueños.