Edito

Número 7 / Diciembre 2009

Delirios.

Pensées

Ser otro enhechizado. Cojear
de fuera no de dentro. Como Lázaro
dormido. Ser un ancla. Imaginar
no. Tenerte enlazada con el brazo.
Sostenerte. Bailar. Sentir la brisa
dentro, no fuera. Conjugar. Ser mía
tú sin ser yo. Crecer hasta sentirme
ajeno. No verbar. Dolor: Despierto.
Pena: Despierto. Incluso en tanto sueño:
Lázaro. Incluso en desamor: asirte. 
*
Quisiera nunca más comer. Si acaso
hojas, si acaso viento y piedras. Quiero
dejarme de los extras, el abrazo,
las cosas de los hombres. Ser acero
en la sangre, ser fuego con los ojos
siempre abiertos; con todos los cerrojos
quebrados bajo pies de empeines altos.
Quiero tatuarme las axilas, ser
un árbol con la sangre blanca y ver
que mis ramas son gracia y dar de saltos.
*
Permíteme, querida, que no quiera
ser humano; pues para ser honesto
contigo, ser humano es larga espera,
falta de amor y grima. Si me acuesto
contigo por la noche, siempre espero
amanecer tornados—con entero
resplandor—armadillos, patos, antes;
antiguos, de armazón, rinocerontes. 
Por favor, no te alarmes, sólo ponte
en mis zapatos, piensa: “fue un gigante.”
*
La fe mueve montañas, no las trepa.
No existe amor sin sufrimientos vivos.
El mundo es propiedad de los atletas,
los esforzados, los constantes niños
que insisten todo el tiempo, buscan y hallan.
Quienes perduran ya jamás descansan.
Y un simple resbalón te quita todo.
El reto es despertarse sin descanso;
mirarse siempre; convertirse en gato:
ágil, flexible, múltiple y tramposo.

Poeta nacido en 1974. Ha sido profesor de literatura europea en la Universidad Iberoamericana en  Ciudad de México. Es también guionista de cine y TV. Su poemario "Si resistimos" ganó un accésit del Premio Adonáis 2008.

Bar H

Cuatro y pico de la mañana. No consigo dormir. Esta noche me tomé el café más caro de mi vida. Veinte euros en el hotel Ritz, de la place Vendome. Para colmo he vomitado la copiosa cena que tomé en la Closerie des Lilas, justo antes de ir al Ritz. Julia Kristeva va mucho por allí, digamos que es un sitio de intelectuales ricos y algunos actores y músicos. Me pregunto qué me pudo sentar mal. No estoy acostumbrado a beber vino en todo caso.
             Mi tía me estuvo diciendo que hago los mismos gestos, y tengo las mismas gafas, que Peter Sellers.
             Yo no sé si es el yoga, pero realmente consigo parar el pensamiento. Estaba allí, en medio del lujo, y me parecía como si hubiese vivido toda mi vida entre algodones.
Incluso me pude permitir estar pensativo.
             Cuanto más tarda el reconocimiento más se prepara uno. Nadie es profeta en su tierra. Me había planchado la camisa yo mismo. Me había cosido solo el botón del pantalón. Y entraba en esos templos de la fama con una gran sonrisa.
             Bartrihari, el poeta indostánico, dice de Lakshmi, la diosa de la riqueza, que es voluble como una prostituta, en el sentido de que no es fiel. Pero se puede hacer la otra lectura, algo transversal, de que esa diosa, nacida de un océano de leche, está al alcance de todos, con tal de pagarle la sesión.
             Desde que voy a psicoanalizarme tengo una simpatía creciente por las prostitutas, con su dignidad remendada, y sus mentiras piadosas, porque tienen, al igual que la diosa indostánica, mucho de terapeutas.
             El encuentro, pues, con la riqueza extrema, funciona como purificación, como purgativo, y es como el breve favor de una rubia venal. El arte se convierte en acción de gracias. Infinitas gracias. Desde la infancia los dibujos que querían gustar, que buscaban confortar....

             Feliz Navidad a todos. No, no voy a mirar las señoritas de la pornografía para descongestionarme. Antes tengo cuatro palabras que decir. Aunque me amanezca. Hay que aprovechar todos los foros de expresión. No sé por qué, a mí sólo se animan a publicarme cuando escribo decididamente panfletario. Probablemente me utilizan, para servir no sé muy bien a qué intereses obstusos. Toda bohemia cumple una función análoga a la del terrorismo, perennizar el estado policial.

             ¿Sabes que sirven el agua del grifo con rodajas de pepino ? Frescor amargo. Todo un planteamiento de la mujer. He pensado mucho en ti. Con esa forma intempestiva de imponer algo de melancolía, pero formal. Sin caerse de la silla.

             Realmente, si no miro las señoritas de la pornografía no es porque la literatura o el Bar H me parezcan importantes. Han intentado entrar en mi casa, por la ventana, y se me cortó totalmente la libido. Me di cuenta porque se les cayó la escalera estrepitosamente. Y Berthe y yo estábamos culeando con fuerza cuando el ruido nos paró en seco. Ahora ella duerme. Por cierto que también en el Albaycín ponen a veces el gazpacho a precio de hotel. Es que ustedes no dijeron que lo quisieran en vaso. Sin derecho a tapilla. En la mesa de la derecha un ajedrecista solitario se parte de risa. No se enteran. Y en la segunda por la izquierda están dos señorones de derecha que aconsejaron un trato duro pero firme.

             En cuanto a San Juan de Dios, que es un modelo de represión, yo no firmé para entrar. El hermano Fermín me cogió la mano y trazó él mismo un garabato. Qué se habrá creído éste. Quiere leer.

             Sí, haciendo piruetas en el Ritz. Y planteándome las inusitadas e interesantes interrogantes de la etiqueta. Tanto la pobreza extrema como la extrema riqueza me interesan. Las dos atacan frontalmente a la clase media. Sus certidumbres, sus pesadas garantías. Cómo lo social se convierte en Dios.

             No hay que dejar salir mucho esperma. La impresión es demasiado familiar. ¿Te das cuenta de cómo las otras visiones de París suenan a hueco ?

                Lo ideal son tres folios, para magnetizar bien. Luna Nueva. El jardinero se cuelga en mitad de su lugar de trabajo, en su Arcadia Feliz. Es otro planeta, mundos que no se tocan. Pero si te tocan te atraviesan. Mi deseo principal, por ejemplo, es hablar de pintura. Hoy he realizado dos pequeñas acuarelas. Aparentemente débiles. En todo caso reminiscentes. Esa debilidad o ese vacío que dejan entrar en modo cansado, en modo enfermo, los vigores o plenitudes del pasado. Me encuentro muy cerca, en mi torpor, en mi apatía, del estado de quietud del alma que tanto encomiaba Miguel de Molinos. Puedo comprender que es la calma después de la tempestad. O la paz tras la oscuridad de Dios, tras las sequedades del alma.
                Berthe me anima a que escriba acerca de mis tintas chinas. Lo que hubiese que decir temo que fuese servido, delante de las imágenes, en la envoltura mínima de un telegrama. Lo mejor es hablar con alguien, ante la imagen. Sin la identidad de un público, la temática de mis tintas chinas permanece no identificada. Alarmante como los Objetos Volantes No Identificados.
                Siguiendo el camino del dossier que Berthe ha preparado, encuentro en primer lugar los trabajos a lápiz de color. Y el primero que aparece es mi « autorretrato como gato travesti ». Ciertamente caminé, mientras lo pintaba, sobre los altos tacones de unos zapatos de mujer. Tenía un espejo de cuerpo entero y otro a ras de suelo solamente para los zapatos. En la omnipotencia de poder convertirme en mujer, de suplantar, como Mercurio con Sosias, la identidad de la mujer, había sin duda algo de la omnipotencia de la Ciencia. Se me aparece en ese sentido el doblete de color azul y rojo, alrededor de mis vaqueros blancos, comprados en una boutique de la calle Zapatín, como una reminiscencia de las láminas en que se muestra la circulación de la sangre, venas en azul y arterias en rojo. El tema del poder, como fuerza productiva, vuelve en el seno de mujer que lanza chorros de leche.
                ¿Qué significa el disfraz de gato ? Las orejas y cola de gato abundan en la idea de travestismo, por ser un travestismo a su vez, de lo femenino. La mujer se quiere felina, en la parada nupcial. En una boda conmigo mismo, es decir, con el Hombre, a través de la imagen, es necesario que ambos, yo y mi imagen, seamos felinos.
                La camisa con rayas italiana es mi camisa favorita, comprada junto a los vaqueros blancos. La llevé puesta en Miami, Washington y Atlanta.

                El culto fetichista de la orina, sobre el que volveré a hablar, está sublimado nuevamente en el Retrato de la madre de San Agustín. Se trata de una puesta en escena bastante libre del fantasma ya tratado en mis dos primeras novelas. De forma concreta, una frase de Pleroma a propósito de la orina está inscrita al pie de las dos figuras. El ambiente filosófico o gnóstico de la novela está sugerido por sinergia con lo que pudiese poner en escena las Tentaciones de San Antonio de Flaubert : la gran ciudad, babélica, sea por sus rascacielos o por una fachada inspirada de las ruinas de Petra. Las alas angélicas como de águila sugieren que la de la mujer con su amante es una relación con el espíritu. Se trabaja sobre el anhelo de espíritu en el alma. La madre de San Agustín es el alma o sabiduría inmiscuida en el universo de materia. El padre de esa cópula estéril, por desviada, viene a sacarla del universo, es el espíritu creador que recoge en sus manos la orina o materia del pensamiento. En cuanto al título « Madre de San Agustín », viene dado por el nombre, Mónica, de una de las diversas pisseuses de la novela.

                Estoy bastante contento con ese cuadro a lápiz de color. Hay referencias sutiles al libro hebreo de Henoch en la forma en que está dibujado el maquillaje y la ropa interior. A mi manera, calipigia, ella es también una pink lady como las de Tadanori Yokoo. Me gustan también los montes esbozados, que me hacen pensar en Pierre Klossowski. El cielo con sus nubes retorcidas es un homenaje involuntario a Giorgio de Chirico. De la misma manera que la silla, sugiriendo que el exterior es en realidad un interior, pudiera hacer pensar en la pintura metafísica de este último. El conjunto es propio, de alguna manera, a los años treinta, por su peculiar visibilidad.

                Me es dificil desligar « La Samaritana » de la aproximación que hizo Michel Tardieu en el Collège de France a la polémica a tres entre judaísmo ortodoxo, samaritanismo y paganismo platónico en tiempos de Juliano. No obstante el cuadro es anterior al curso de Tardieu. Nace de un pequeño dibujo a pluma. Me interesaba por ser uno de los episodios del evangelio en el que Cristo tiene una relación particular con una mujer. Como en el precedente cuadro, fueron necesarias al menos dos sesiones de pose. La carnalidad es interesante y el rostro y peinado de una y otro es lugar para el refinamiento. Hacer hasta las pestañas. De todos los lápices de color, yo diría que es éste mi preferido.


                Evidentemente todo esto viene a ser un autoanálisis fragmentario, más que un discurso sobre la pintura, o siquiera un discurrir acerca de mis temáticas. Intentaré ser más objetivo con el tercer lápiz de color : « Amazona ».
                Hay una calidad de catacumba que viene dada por la idealización o estilización en modo popular del cuerpo de mi modelo. El aspecto bárbaro de la irrupción del cristianismo en Occidente. Por eso lo considero catacumbal. También puede ser semita o arabizante. En todo caso, por lo que toca a su manera de haberse hecho, esculpiendo con el lápiz de color, adoptando una posición fetichista, tiene lugar, por la renuncia al saber hacer del artista clásico, la misma inversión de roles que predican Sacher Masoch y las feministas radicales. La forma ha entrado en total sintonía con la idea de representar una amazona. Aunque la tendencia a hacer mujeres anchas de hombros es algo que vuelve en mi trabajo. El personaje masculino, durante este proceso, se ve transformado en árbol, nueva inversión de papeles respecto a la fábula de Dafne. En el colmo de su metamorfosis, eyacula, como en ese goce vegetal propio al papel o al texto.

                Sospecho que existe un vínculo con la tradición cristiana, en esta Amazona. El personaje masculino pretendía ser Baudelaire. En la línea de las preocupaciones religiosas, heterodoxas a priori, de Baudelaire habría seguramente algo que decir acerca de Eva, como doble del varón y como dimensión divina del sexo de la mujer. Además, mi modelo también lleva ese nombre. O sea, si el hombre es una imagen de Dios, la mujer en el Génesis es a su vez definida como una imagen del Hombre. Por oposición a la vampiresa, Lilith, que es en tanto ángel caído imagen de Dios. Una mujer andrógina, con una pizca de virilidad, como la mujer de los años veinte o las amazonas puede hacer compañía al Hombre Primordial, sin ponerlo ante el abismo maléfico de un incesto con su Creador.

                Prosigo el ordenamiento de mi dossier. « Pareja en sillón azul ». Con este autorretrato de pareja alcanzo una tensión interesante. Surrealismo, por lo que toca a la invención o diseño de un sillón inexistente. Nuevamente fetichismo en el primor o ingenuidad con que son laboriosamente trabajados el busto y el rostro. La fantasía de estar desnudo frente al público. La divinización de Berthe a través de una imagen que se reconforta a sí misma, cruzando las piernas. Mismo aspecto, sepulcral, que los dos anteriores. La imagen como gemelo místico de lo real, como garante de la identidad del cuerpo en el instante. El cuadro cobra sentido en su exposición física ante el público.

             Como el crecimiento de órganos respiratorios, o sexuales, en el reino vegetal, el cuerpo humano en esos dibujos sigue una fortuna de la felicidad en aumento en cada extremidad definida. De esa manera, los pies pueden calzar un zapato tipo, femenino, del neutro color del papel, munido de tacón, en sintonía con el astrágalo del tobillo.


* Manuel es pintor y escritor granadino residente en París (Francia). Puedes descargar gratuitamente su novela Pleroma aquí.

La historia sigue

Jabrellas se hospedaba en una pensión de la calle Maza. Vestíbulo, cocina, baño, retrete, corredores, diez habitaciones, algunas pequeñas, una de las cuales, en el tercer patio, él arrendaba. En ese último patio, en “la piecita del fondo”, que en realidad no era más que un sucucho –al lado de “la carbonera”, habitáculo donde no se guardaba carbón, sino trastos -, vivía Blanca, una copera a la que el hijo de la encargada, ciclotímico de ocho años, le alcanzaba el desayuno pasadas las dos de la tarde. En ese patio áspero había canteros, menta, hormigas y caracoles. “La piecita” no tenía ventana, pero sí la de Jabrellas, seborreico cuarentón tirando a gordo, empleado del subte, línea “A”. Calvo, con cara de luna abollada y el nacimiento de la barba muy marcado. Servicial, cuando no dormía sus once horas sagradas. Jabrellas, anticipado del estereo, en su día de franco nos inundaba de música clásica y Dajos Bela. La encargada solía encarecerle que le cambiara los cueritos de las canillas. La pareja de la pieza frente a la cocina, que les pasara alguno de sus tres discos, todos boleros, ya que ellos no disponían  de combinado. Los paraguayos, otros pensionistas, que les saliera de testigo en un trámite ante un ministerio. Los de la habitación enorme que separaba los dos primeros patios, lo reclamaron un domingo para jugar al truco. Las mellizas y el padre de las mellizas lo solicitaron por asuntos de electricidad. Otra vez, él se ofreció para entablillarle provisoriamente una pata a Mini, la quisquillosa perrita negra de Norma, la sufrida hija de la catamarqueña. También ayudó Jabrellas a correr muebles, a baldear, a podar la parra. En las paredes de su cuarto exponía fotografías enmarcadas de mujeres desnudas (pubis, aparte). Lindas fotografías: artísticas. Como del Playboy de los años cincuenta. En su ropero, dentro de sobres marrones, había muchas otras fotos con motivos similares. Cuando su madre y sus hermanas caían a visitarlo desde Baradero, los cuadritos eran raudamente desaparecidos, y a un par de clavos en sendas paredes les colocaba un almanaque y un dibujo. Sólo con prostitutas mantenía escaramuzas eróticas a las que por períodos de no más de noventa minutos cada quince o veinte días Jabrellas se entregaba. Le gustaba pagarles y jamás pichuleaba. Parecía conforme con su régimen de veintidós, veintitrés o veinticuatro encamadas anuales. Del bello sexo comentó en cierta expansiva oportunidad, que observando a unas adolescentes en Gath y Chaves se le había ocurrido la siguiente frase: “Todas las jovencitas son jóvenes”. Rasgo de sutil ingenio y perspicacia. Jabrellas tendía a sonreír, a mostrarse correcto y mesurado. Los de la sala, el cabo de la policía y su concubina, no lo saludaban. Abonaba el alquiler con puntualidad, usaba trajes, cepillaba con bríos su dentadura. En Baradero, ni mientras cursaba el secundario ni cuando trabajó en la forrajera tuvo novia o filo. Y tampoco en la gran ciudad. Hasta que Blanca, su vecina de patio y jardincito, se lo encuentra detrás de una ventanilla de la estación Loria, y se conmueve, se fija en él, y algo conversan. El caso es que Jabrellas, así, desprevenido, se sorprende el diecinueve de diciembre de mil novecientos cincuenta y ocho, invitándola a Blanca a tomar café en un bar por Congreso, una hora después.

La historia sigue con que ahora están los dos en la pieza frente a la cocina, son viejos, las fotos las vendió Blanca hace más de dos décadas al dueño de un boliche en Lanús, Jabrellas es jubilado, en “la piecita del fondo” Blanca pinta vírgenes de plástico, con lo que les alcanza para abonar el alquiler, tan módico, de la vivienda en la que, con las otras habitaciones clausuradas, son sus únicos ocupantes.


* Nació el 14 de abril de 1945 en Buenos Aires. Libros publicados (entre 1988 y 2009): Obras completas en verso hasta acá, De mi mayor estigma (si mal no me equivoco), Trompifai, Fundido encadenado, Picado contrapicado, Tomavistas, Propaga, Ardua, Pictórica, Desecho e izquierdo, Sopita, Leo y escribo, Del franelero popular, Ripio, Corona de calor (poesía); Las piezas de un teatro (dramaturgia); Historietas del amor, Muestra en prosa (cuentos y relatos); El Revagliastés (antología poética personal), Revagliatti – Antología Poética (con selección y prólogo de Eduardo Dalter). Casi todos cuentan con ediciones electrónicas disponibles gratuitamente en  bibliotecas digitales.

Film

Los tres negros, lentes oscuros y dientes de oro, entran al restaurante chino cantando gospel. Cuando todos los comensales los miran, muestran sus revólveres y dicen las palabras mágicas: éste es un asalto, que nadie se mueva. Entonces, cuatro mafiosos rusos que comían tranquilamente sus sopas de cebolla, sacan las metralletas de sus estuches y encañonan a los negros. En la cocina, el chef busca la granada que tiene escondida en una de las alacenas. Afuera se oyen gritos, órdenes bruscas, el ejército alemán hace sus últimas maniobras: los toscos tanques entran como orugas por las principales arterias provocando el caos y el horror en las multitudes. De las tumbas de los cementerios cercanos y lejanos, comienzan a brotar zombis enloquecidos; huelen mal y no descansarán hasta comerse la última partícula de carne de la última vértebra del último esqueleto humano. De pronto los cielos se oscurecen: decenas de miles de platillos voladores han llegado a la Tierra; sus tripulantes, pegajosos y azules, mueven sus tentáculos y preparan sus sofisticadas armas de rayos láser para la guerra de conquista. En su hipogeo secreto, el lóbrego sacerdote lee en voz alta un libro de conjuros: Yog-Sothoth y Cthulhu despiertan de su letargo de eones y se filtran lentamente desde otro plano dimensional… Arriba, en su sala de controles, Dios se pone un guante blanco, abre una puertita transparente y se dispone a apretar, de una vez por todas, el botón rojo que destruirá para siempre este mundo tan aburrido.


* Es egresado de la Escuela de Escritores de la SOGEM. Ha sido becario del FONCA y del Instituto Quintanarroense de Cultura. Ha ganado diversos premios literarios, entre ellos el Premio Nacional de Poesía “Sor Juana Inés de la Cruz”, y el Premio Nacional de Cuento “Salvador Gallardo Dávalos”. Imparte cursos de literatura fantástica, horror y ciencia ficción desde 1993. Es director del consejo editorial de la revista La Mandrágora. Es asesor del Instituto Mexicano de Psicología Profunda. Actualmente coordina el Diplomado de Literatura Fantástica y Ciencia Ficción en la Universidad del Claustro de Sor Juana, y el Laboratorio de Cuento Fantástico en la Casa de Cultura “Jaime Sabines”. Entre sus publicaciones se encuentran Ciudad de telarañas, Lucas muere, Torniquete de avestruces y Lady Clic.

Laberintos

Laberinto no. 12 
                                                                                                        Todo era una mar de lodo
 y su nombre era Caos
 que significa confusión.
                                                                                                                   Mitología griega

Casualidad oportuna
    el hombre
el que pudo ser mi hombre
sale de la casa del pasado
          que no es pasado

Ahí estoy
justo frente a él y ella
    absorta
con las neuronas colapsadas
¡Mis sueños ¡
mis sueños  se pintan
con el color moreno de tu traición
El dolo en tu voz
La burla en su mirada

Alejandra
estúpida mujercita de cabello rojo
soy el centro del circo negro
más cruento que el romano


Laberinto no. 30




(atemporal)
Nunca sabes que hora es
siempre atrasado al tiempo
demoras respuestas
adelantas juicios
El tiempo es un concepto abstracto
tanto como el amor
no es absoluto es transgresivo
Igual que tú y que yo

Laberinto no. 18


El tiempo
    callado
Acento
   extraño
Aliento
   penetra emociones
Inquieto
   tacto de viento
Moreno
   perfecto eclipsa
      mi vientre lácteo

Laberinto no. 19
(del amor o del masoquismo)


La mariposa filosófica
se posa en la estrella rosa
y aparece una ventana del infierno
                                                                                                                         André Bretón

Blanca o jaspeada
en tierras lejanas
  quizá nórdicas o mediterráneas
desplegaste tus alas
Aquí
pequeña ciudad
               tercermundista
muda y en ruinas
tu faz cambia
tu nombre no es el mismo
tu aliento no aviva sueños apagados
¿Para qué aleteaste mariposa?
¿Para qué despertaste
de tu sueño de crisálida?
Con los ojos en llamas
y las manos atadas
      a unos pétalos secos
en medio de mis palabras
Ahora soy
la prometida del caos
enredada
entre sus puños sangrantes
aguardo indulgencia.

Poeta mexicana, estudió Letras Españolas y se diplomó en Creación y Apreciación Literaria. En 2003 ganó el premio nacional de poesía otorgado por el Instituto Mexicano de la Juventud con su primer poemario “Palabras Fértiles” publicado por el Instituto Hidalguense del la Juventud. Su segundo poemario “Puntos Cardinales” fue publicado por la editorial Todas las Voces. Recientemente vio la luz “ Universos Diversos” antología donde se recogen poemas de autores de diversas nacionalidades de habla hispana, publicado por la casa editorial española Al Aire. Actualmente trabaja en la traducción de su poesía a la lengua italiana.

La Supremacía de la distancia o Cómo afirmar la propia idea de muerte para ejecutar al mundo

Ella caminaba a través de la lluvia con pasos forzados, como si ese compromiso con el viento fuera el único capaz de anular sus huellas. Tocó a tientas su bolso, consideró cambiar su mano y sostener con la presente su nuca, que la obligaba a contener lo que parecía ser su miedo. Desesperó con el mismo ímpetu, hasta que entró en aquel pasaje.

A través de las luces bajas, aquellas primeras miradas la encontraron soberbia. Buscó una vez más entre su bolso. La letra era impasible. Recordó sus antiguos accesos infantiles, donde sus propios ojos revelaban el mundo, como nunca sería revelado por nadie; quizás lo había acostumbrado a esto. Una gota empapó su ropa. Su vestido ahora poseía una mancha roja, que no tardaría en evolucionar.

Entonces vio el balcón. Su boca gemía la belleza de una niña repleta y asustada, el labio superior sobresalido, desenlace imposible de una infancia que no admite disolución, gesto temible para el mundo, tan poco acostumbrado a los privilegios. Su memoria también callaba en la magnitud de aquel silencio. Sostenía aquél papel, ahogándolo con el puño, como si respirara. Continuaba agitándose, junto a las gotas, que ahora tramaban su camino por las piernas; ella misma era el espasmo.

-Si te digo no importa tu retorno, ¿sabés quién soy? -. Comenzó a pujar, a sobrevivir la penumbra- Te quiero ciega.

Empujó, y notó que la puerta estaba abierta. Pudo verlo, a lo lejos, en la habitación contigua. Se miraron sin sospechas, con la misma penitencia con la que se vuelve al hogar. Ella se subió un poco el vestido.
Notó como aquella mirada se hacía posible.

-El verdadero suplicio es seguir el rastro de la sangre –dijo. Ahora sus ojos santificaban el fluido por las piernas. El charco penetró en su alma, y se hizo uno con el suelo; este, a su vez, se hizo uno con la tierra.

Un gesto leve de la cabeza, ya cotidiana, ya desplomada por la no-ausencia, la hizo comprender. Y ella comenzó a hacer pis como cuando niña, al comienzo con esfuerzo, pero luego con necesidad. Ahora no podía verlo. Su figura había fracasado. Si te digo no importa tu retorno, ¿creés lo contrario? Ella asintió
con una convulsión. Sus manos comenzaron a recorrer la contracción de sus caderas con todo el desprecio que puede sentirse cuando alguien se torna real.

Existe siempre le necesidad de que desaparezcas. No es una provocación, sino un instinto de vida.

Cuando despertó, en lo primero que creyó fue en el frío. Quiso hablar y no pudo. Quiso moverse, pero se sabía sola. Intentó abrir los ojos, pero éstos agonizaban, sellados. Despegó sus pupilas con insistencia y, a través de los rayos -que reflejaban quizás también el día-, observó su cuerpo de costado.

Pudo comprobar como los huesos habían perforado su piel, permitiendo que la herida sea visible. Perpetuó su muerte en ese gesto. Como si el mundo fuera de otros. Como si todos los que viven estuvieran vivos, realmente.


* Poeta argentina nacida en Buenos Aires en 1979.Parte de su obra literaria se publicó en la antología "Cadáver en mano (Visceralia Ediciones, Santiago de Chile, 2006). Su texto “V” ha sido seleccionado para participar en la obra “Verso a verso” (Editorial Dunken, Buenos Aires, 2008).Colabora en diversas publicaciones literarias, como “Los Digitales” de “Puertas Abiertas”.

Nobuyoshi Araki: ¿Sushi, sexo y rock ‘n roll?

Las páginas del libro se revelan al lector como una flor abriéndose antes la abeja golosa. Aparecen mujeres expuestas, preparadas, tocándose. Vemos jóvenes estudiantes japonesas amarradas en posiciones S/M, que nos contemplan con rostros de sufrimiento y placer. Pasamos la página: una serie de prostitutas asiáticas desfilan bajo nuestros ojos.

Entre Occidente y Oriente, pocos exhiben la brecha cultural que nos separa de los japoneses como el fotógrafo Nobuyoshi Araki. Ese Japón que nos venden como un compendio de clichés, como una isla pacífica, de meditación descalza y sushi en las tres comidas al día. Ese código de honor tan admirado como incomprendido por los europeos y los norteamericanos, que llevó a los soldados nipones de Iwo Jima a suicidarse ante la derrota. Mientras seguimos el vuelo de un kamikaze a punto de estrellarse contra un barco enemigo en Youtube, sólo aparecen reflexiones sobre la locura asiática en nuestras mentes.

Si existe alguien capaz de levantar el espejo de la diferencia ante nuestros rostros, capaz de mostrarnos que el ser humano el un animal cultural y social, es el fotógrafo Nobuyoshi Araki. Los occidentales tenemos la odiosa tendencia a creer que defendemos valores universales, de libertad y democracia, que hacen que nuestras sociedades sean las más “avanzadas” en aspectos como la igualdad de la mujer o la división del trabajo en nuestras ciudades. Es allí donde Araki golpea con más fuerza, mostrando un Japón donde la mujer hace gozar al hombre a través del sufrimiento, donde casarse equivale a quedarse en el hogar y criar a la familia mientras el hombre trabaja. Araki abre los ojos del espectador a ese Japón oculto, de obsesiones hentai y lolitas escolares recubiertas de inocencia. Su arte se vuelve chocante para aquellos que equiparan el desarrollo y el avance con la libertad sexual concebida de una sola manera, de manera occidental, que es lo que el antropólogo etnocéntrico suele hacer. Según esta ecuación, muchos países árabes carecen de desarrollo porque arropan a sus mujeres y las esconden tras velos y burkas. ¿Cómo entender entonces el Japón de Araki? Un país capaz de producir las innovaciones más importantes a nivel tecnológico, atrapado en conductas sexuales retrógradas dignas de tribus africanas. Araki choca, Araki mueve al público al colocarlo cara a cara con un país desconocido e incomprensible.

Sucede que la vida de Araki se erige como un puente entre dos mundos: Nacimiento en un barrio pobre, vida humilde, primera máquina de fotos regalada por su padre a los doce años. Estudios en una prestigiosa Universidad (Chiba), trabajo en una de las agencias de publicidad más grandes del mundo (Dentsu), premios fotográficos (Taiyo, en 1964). El perfil típico del sueño norteamericano. El joven prometedor que te encantaría presentarle a tu hija.

Luego, aparece el verdadero Araki, el Araki pasado de Wasabi: Su matrimonio se publica como foto-diario íntimo en una colección llamada “Viaje sentimental”, que revela su vida privada. Será el principio de la saga Araki, de las mujeres desnudas, de las fotos preparadas sin espontaneidad. Sus temas predilectos: Tokio, el sexo y la muerte. Empieza el desfile de sexos femeninos y flores, metáfora no-muy-rebuscada para la mujer.

Su fama internacional estalla a la par de sus fotos autobiográficas de ficción: Araki crea un mundo propio basándose en su vida real, eliminando los márgenes entre lo deseado y lo vivido. Inspirará a otros: La francesa Sophie Calle, mucho más pacata y recatada, hará lo propio al construir su obra alrededor de su vida personal.

¿Cuál es el dilema en torno al trabajo fotográfico de Araki? ¿Fotógrafo o pornógrafo? ¿Artista o provocador? ¿Misógino? ¿Por qué no racista, ya que estamos? Araki representa, a nuestros ojos, la gran diferencia entre Occidente y Oriente. Un Occidente obsedido por trazar límites, por vigilar y castigar, por establecer categorías inamovibles con las cuales entender el mundo. Esa sociedad pacata y burguesa de “Historia de la sexualidad”, de Michel Foucault, que practica hipócritamente las conductas que condena en público.

El fotógrafo intenta derrumbar barreras, borrar límites y correr fronteras. Los occidentales no entendemos lo que no clasificamos, y ante un desnudo femenino amarrado a una silla, no podemos sino esperar a que alguien nos diga que condenemos el horror pornográfico. Nuestras artes, asépticas, de new age, de relajación y desaparición del sufrimiento, se estrellan directamente contra el muro de artistas como Araki, capaces de recordarnos que la vida tiene parte de frustración, angustia y dolor, sin los cuales todo arte se reduce a un cuadro blanco carente de sensaciones (como el trabajo de Piet Mondrian, por ejemplo). De esa manera, el fotógrafo subraya el carácter social de la sexualidad, donde una foto “agresiva” para un norteamericano puede ser erótica para un japonés, donde un seno descubierto en el Superbowl puede crear una tragedia nacional en los Estados Unidos mientras en una playa de la Costa Brava apenas llamará la atención de los bañistas.

El trabajo de Nobuyoshi Araki, más que ser el trabajo de un fotógrafo japonés, representa la visión de un artista contemporáneo de vanguardia. En vez de aceptar y conformarse con los límites que le ofrece la sociedad a un artista reconocido como Araki, el nipón se rebelará y seguirá trazando su propio camino. Cuando la sociedad acepta la vida de los músicos pop, imbuidos en el sexo con groupies y el consumo de drogas, Araki publica Love Hotel, el relato de cómo el fotógrafo aborda chicas en los barrios populares de Tokio, las convence de posar provocadoramente para él y las seduce en un hotel. Estalla la indignación: Que un músico tenga orgías con fanáticas es aceptado, que Araki nos muestre lo que pasa por la cabeza de una chica normal para posar en sus fotos y tener relaciones con él, es obsceno. Nadie recrimina a la pasa ambulante de Mick Jagger cuando se casa con supermodelos brasileras o a Hugo Heffner cuando se muestra con cuatro novias a la vez. Pero basta que alguien fuera del sistema de las estrellas, más allá de los límites de la cultura popular, proponga un trabajo novedoso de fotografía para que la gente se indigne. Araki no se deja clasificar, huye y se escurre de las etiquetas dizque “artísticas” para mantener su libertad creativa, que es, a fin de cuentas, lo único importante en el arte. Mientras los U.S.A. crean un estereotipo de payaso gigoló para sus decadentes artistas pop, el japonés destruye la etiqueta al invadir sus fronteras.

Tal vez sea esa la característica principal del trabajo de Araki: Luchar contra el conformismo y la complacencia social. En un mundo donde la mayoría sólo quiere crear su nicho de poder, su puesto en la música, la pintura o la literatura para beneficiarse de los privilegios de la profesión, para engordar y volverse un pilar respetado de la sociedad, Araki huye del “tipo ideal” artístico, cuidando con celo la posibilidad de hacer lo que le dé la gana. ¿No es ese el fin del arte? ¿Qué clase de artista se encierra en posiciones y conductas prefabricadas y designadas socialmente, haciéndole el juego al sistema por unas simples migajas de confort y seudo respeto? El japonés frustra, molesta y le rompe los cojones a todo el mundo al dejar en ridículo a los arlequines sociales que nos venden como artistas.

En la actualidad, el artista sigue su ruta no-conformista. Araki, con 68 años de edad, ha emprendido un camino mucho más radical desde la muerte de su esposa. Aparecen ahora prostitutas, jóvenes japonesas y escenas explícitamente sexuales que han contribuido al culto de su persona. Alabado por su innovación en el mundo entero, artistas como Björk han sido sus modelos (Björk con ropa, ojo) y recientemente, el documental Arakimentari vino a coronar su carrera fotográfica.

Para los amantes del arte contemporáneo, Nobuyoshi Araki no puede dejar de pasar desapercibido. Es altamente recomendable el libro “Araki”, editado por la Taschen, en el 2007. A leer con un vaso de sake entre las manos…

* Vicente es autor de la novela Caracas cruzada, disponible en la red de librerías Sur de Caracas, Venezuela. Su última novela, Historias de un arrabal parisino fue publicada por Ediciones Idea y se consigue en las librerías de Tenerife, España. Blog.

Yugo (fragmento)

Te prometo que me pasaría la vida probándome tus vestidos, tus leggins, tus bragas y tus sujetadores. Cuando sacas toda tu ropa del armario la habitación empieza a oler a sexo de manera descontrolada, y no puedo más que tirarme en la cama y mirar cómo posas delante del espejo. “Que suenen las gaitas y las trompetas del infierno” Llueven ocelos de pavo real. Me has vuelto loco y sé que tienes tantas ganas de follar como yo, porque cuando sacas toda la ropa del armario no hay nada mejor que follar encima de ella. En realidad tú me absorbes tu ser y yo te absorbo el mío.
¿Te acuerdas de Martin Sheen y Sissy Spacek bailando delante de los faros del Cadillac Coupe DeVille? Estaban a punto de llegar a la frontera con Méjico. Pero las historias verdaderas nunca acaban con un final feliz, no es tan fácil dar la espalda a la muerte. La primera vez que dimos la espalda a la muerte nos clavó la hoz en el cráneo y nos cortó el cerebro en dos mitades. Es así.
Nosotros somos inofensivos. Christian Slater y Patricia Arquette preferían follar en una cabina de teléfonos a plena luz del día en True Romance. Ellos no eran los primeros, pero lo hacían francamente bien. Daniel González y Amaia Bidasolo follaban en un campo de trigo en La pistola de mi hermano, aunque en vez de un Cadillac tenían un Mercedes. Luego venía Viggo Mortensen y se los llevaba a su casa en el monte, y mientras Amaia hablaba con Christina Rosenvinge , Viggo preparaba el filete de ternera más extraño que he visto en una pantalla. Tenía una pinta horrible, pero era de lo más atractivo.

* Nació en 1984 en Tarragona. Actualmente trabaja y reside en Oviedo. Licenciado en Bellas Artes en la UPV de Bilbao. Trabaja con la pintura, con el audio + vídeo y también edita libros. Blog.

Cuarenta

De regreso del trabajo, al entrar en su casa, le pareció que algo había cambiado. Se detuvo un instante y miró atentamente a su alrededor. Todo parecía estar en su lugar así que, con esa incertidumbre, continuó con su rutina de llegada: el abrigo en el perchero, el bolso en el aparador y la obligada visita al baño. Hizo pis, se lavó las manos y la cara. Le gustaba lavarse la cara cuando regresaba de la calle, le daba una sensación de alivio, de renovación. El frío del agua en el rostro le produjo un repentido estremecimiento. Al levantar la cara del lavatorio quedó enfrentado al espejo. Se miró extrañado y, como si el reloj del tiempo hubiese retrocedido, revivió cierto día de su niñez, a los cuatro o cinco años, cuando también frente al espejo, había intentado imaginar su rostro de adulto. De seguro no tendría barba ni bigote, no le gustaba. Lo recordaría en el futuro para mantenerse bien afeitado. Pero ahora ya podía ver esa cara que acusaba el paso del tiempo; la barba entrecana, el bigote ralo en el centro (mezcla rara de Emiliano Zapata y Confucio), la nariz prominente, el cútiz curtido, los poros abiertos, las ojeras marcadas por el cansancio, el gesto duro, la mirada torva. Se llevó las manos a la cara y recorrió el rostro con los dedos. Siguió mirándose absorto y en silencio. Desde aquel día al presente no podrían haber pasado más que unos pocos días... Miró su entrecejo marcado, sus cejas aún finas, las marcas de la frente, las pronunciadas entradas al cuero cabelludo, el pelo castaño y lacio, aún abundante. Así fue como el niño pudo satisfacer su curiosidad de ver su rostro adulto. Estaba un poco desilusionado, pero no cabía duda de que era él. Entonces sacó la lengua, frunció el ceño, mostró los dientes como una fiera y gesticuló tensionando todos los músculos de la cara. Otras muecas cedieron el paso a los sonidos. Aprisionó aire en los cachetes y los hizo vibrar lanzándolo lentamente, hizo sopapa con la lengua aplicándola y retirándola repetidamente contra el lado interno del labio inferior, hizo el típico tloc-tloc-tloc-tloc que imita el trote de un caballo, produjo unos sonidos rasposos y graves desde la garganta y con la boca cerrada, y de la misma forma, una risa apagada y aguda, y otros sonidos de lo más extraños. Con orgullosa destreza acababa de ejecutar su exclusiva colección de ruiditos, ¿cuánto tiempo había pasado sin hacerlos? Se miró seria y largamente en el espejo y el niño desapareció. Volvió a lavarse la cara como para regresar a la realidad, se secó y salió del cuarto de baño. Fue entonces cuando tuvo la visión: se vió a sí mismo como a un niño de unos cuatro años que corría hacia él con la sonrisa más hermosa que recordara haber visto. Lo seguía una preciosa niña, un poco más grande, de rasgos delicados, que se acercaba con los brazos abiertos. Tras ellos, una hermosa mujer lo miraba con ternura y sonreía alegremente. Se puso en cuclillas para recibir a los niños y los cuatro se fundieron en un abrazo de caricias y besos. Entonces escuchó:
- ¡Feliz cumpleaños papá! - ¡Felices cuarenta mi amor!.

* Estudió diseño gráfico y arquitectura y después de varios empleos se inició en la fotografía trabajando como productor y como director de arte, continuando como fotógrafo independiente. Pero su verdadero interés es la fotografía documental. Ha realizado varias curadurías de exposiciones fotográficas para diversos fotógrafos y es miembro fundador del grupo fotográfico Café Porteño. Ha dictado seminarios sobre imagen corporativa, branding y lenguaje fotográfico. Blog.

Silencios contigo

Que salga de mis huesos un silencio
que se una a tus huesos cada noche.
Porque sabes hablarme sin palabras
y eso es lo que quiero.
Caliéntame en los pliegues de tu sangre,
caliéntame esta noche
pues el mar está cerca
pero no lo bastante,
y piérdeme,
acaríciame contra tus latidos,
respirándote,
hazte brazos y yo seré tus dedos,
y, porque sé mil maneras de equivocarme,
hazme silencio que se meza en tu corriente,
un mar de piel y huesos en silencio
y que las olas
de tu sangre
me besen en la frente como a un niño enfermo,
un ovillo de espinos mecido por tu carne.


La tienda de pintura

si dejara de quererte a ti para querer
a otro
suponiendo que entrara un día en una tienda
de pinturas por ejemplo y un hombre guapo
y con talento me rondara
si me enamorase quizás
tendría que comenzar de nuevo descubrirlo
como a un mapa
quizás tuviera que cambiar un poco
un cambio de 180 agrados sería
tan cansado
girar tanto a estas alturas
ahora que ya sabes cómo ando
ahora que no sé
ser yo sin ti


El dios de las cosas muertas

Señor de las cosas muertas,
de las libélulas que flotan
aliabiertas en las piscinas,
de las hojas ya transparentes
flotando en los estanques,
del pájaro al que se comen
los insectos, del tronco
que ya no resucita.
Debe haber un dios de las cosas muertas,
que infunde la belleza
a los otoños moribundos,
dios de los campos calcinados,
terriblemente hermosos,
del olor dulce de la fruta
que se pudre,
del sabor
a hierro de la sangre.
Debe haber un dios que transforme
en tanta belleza el dolor,
un dios
de las cosas muertas,
como muere el pasado
y duele y es hermoso por ser cierto.
Debe haber
un Dios que nos hermana en el misterio.


* Licenciada en Filología Inglesa. Finalista en el XXIII Certamen Mundial de Poesía Fernando Rielo en el 2003 con la obra "Glosolalia". Finalista del premio Adonáis 2005 con el poemario "Nuestro Nombre en las Piedras", que se publica en noviembre del 2007 en la colección de cuadernos de poesía Númenor (ediciones de la Fundación de Cultura Andaluza). En diciembre de 2008 gana el accésit del premio Adonáis de poesía con la obra "El Fabricante de Ruinas" (Rialp 2009). Colabora en la Revista de Literatura y Pensamiento Númenor. Desde hace cuatro años vive y trabaja en Algeciras, Cádiz, como profesora de inglés en secundaria y bachillerato.

Réquiem para hombre y mujer que tuvieron un encuentro perfecto

Mujer era mujer de pasos cortos, y una heredada aversión por los almanaques, y las fotografías de los documentos de identidad. Era mujer de bajas pasiones (literalmente) aunque por cobardía, lo disimulaba bien. Sus pequeños pies, eran la medida de sus razonamientos. Por principios -o por alguna prehistórica conversación escuchada a media voz, a medianoche- sólo le interesaban los peregrinos. Mejor si se trataba de israelíes, escoceses o escandinavos, aunque no era determinante. También le gustaba escuchar a Chopin mientras iba al inodoro. Parecía contradictorio, pero habiéndola tratado, era posible entender esta alianza entre la caca y los matices. Hombre era hombre solitario y de franca voluntad por invasiones y victorias. No era casualidad su desarraigo, era una predestinación y un camino sangriento. Ella lo había estado esperando a pesar de otros hombres y otros penes (a veces usaba palabras más sonoras, respaldadas por variables sonrisas). El encuentro fue perfecto. El mes, el día y la hora fraguaron la coincidencia mientras cruzaban un puente. Perfecta la soledad que transpiraban en el sopor del verano. Perfecto el olor del río, y la luna, una pestaña. Perfecto el acoplamiento entre sus virtudes y perversiones. No hubo necesidad de galanteos ni reverencias, menos aún de expresiones de asombro o adulaciones. Hombre supo que conocía sus metas, sus intenciones y sus femeninas vértebras lumbares. También su modo de cosechar albaricoques. Mujer sabía de sus ruinas, su lengua aterciopelada y su masculino miedo a los cañones enemigos. También de su juramento de no respetar escudos. Habrían seguido de largo si no hubieran entendido en ese instante, que un corazón es un símbolo primordial, y amor la primera palabra gruesa que pronunció la especie. Por eso se detuvieron esa noche, que guardó todas las noches. Al alba se despidieron prestos, porque hombre soñaba con otros caminos y mujer con otras esperas.

* Escritora de pocas palabras nacida en Barranquilla, Colombia. El relato breve es su territorio. No ha publicado libros, aunque ha escrito tres. En la "Torre de Pompeya", "Hombre Macho y mujer Hembra con cierta dificultad para entenderse" y "Ligeras Historias". Además de numerosos cuentos que ya están por ahí, de boca en boca. Algunos pueden leerse en su blog.

La balada de la masturbadota solitaria

El fin del asunto es siempre la muerte.
Ella es mi taller. Ojo escurridizo,
Lejos de la tribu de mí misma mi aliento
sabe que no estás. Espanto
a los que están alrededor. Estoy alimentada.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Dedo a dedo, ahora es mía.
No está demasiado lejos. Es mi encuentro.
La golpeo como a una campana. Me reclino
en la glorieta donde solías montarla.
Me tomaste en la hoja floreada.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Toma por ejemplo esta noche, mi amor,
en la que cada pareja está junta
en unión ligada, debajo, encima,
los dos abundantes sobre la esponja y la pluma,
arrondillándose y empujando, cabeza contra cabeza.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Salgo de mi cuerpo de esta forma,
un milagro molesto. ¿Puedo
mostrar así el mercado de los sueños?
Estoy expuesta. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Entonces mi rival de ojos negros vino.
La señora del agua, surgiendo en la playa,
Un piano en las yemas de sus dedos, vergüenza
en sus labios y la voz de una flauta.
Y yo en cambio era la escoba torcida.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Te agarró de la forma en que una mujer agarra
un vestido en oferta de una estantería
y me rompí de la manera en que una piedra se rompe.
Te devolví tus libros y la caña de pescar.
El periódico de hoy dice que estáis casados.
En la noche, sola, me caso con la cama.

Los chicos y las chicas son uno esta noche.
Se desabrochan blusas. Se bajan cremalleras.
Se sacan los zapatos. Apagan la luz.
Las criaturas de luz ténue están llenas de mentiras.
Se comen unas a otras. Están sobrealimentadas.
En la noche, sola, me caso con la cama.

* Traducción de Mary Harvey (Manchester - Reino Unido)

San pacá y San pallá

Al caer en sus pestañas un hilo delgado de semen, Sahiba se quedó pensativa sobre el sillón agarrándose melifluamente de las orejeras. Entreabrió su vulva oscura y se tocó la raja. Se le erizaron los dedos de los pies y tuvo que rozarse los pezones para sentir el calor de nuevo. Se levantó y empezó a freír samosas como una poseída.

Un hipertexto me avisa de que las estrellas son azules eléctricas y de que está a punto de caer un trueno naranja. Me descargo una noción del tiempo y hablo con el ánimo de mi corazón, al que encuentro más feliz que de costumbre. La voz interior al gozar de un fogonazo la llamarada comienza a encenderse: una lluvia de meteoritos que de vez en cuando corre por el barrio con los cuchillos y los liberados por Truman el del Capote. Pienso en el hipervínculo que he recibido por destino en la bandeja de entrada desde Santiago de Chile: los poetas están tirados por los suelos [falso] / el sueño, la mano del tiempo, avanza y soles de arena rojizos. Lo cuento al pie de la letra.

Sohail arroja la pócima, 96º envuelto en el electro progresivo de Lucrecia y lo zumba sobre la navaja quemando la censura [Platón]; empapados de tinta electrónica estamos, tinta desnuda, los poetas, el teatro, la comedia [Aristófanes], las ranas se esparcen en las aguas y al prenderse la llama ensordecen, empieza a detenerse el espacio, el tiempo, estamos sudando, transpirando, goteando tinta negra.

Cuello al fresco, lluvia y masaje en el clítoris de Aishwarya. Puedo luego a través de ella [el poeta también es médium] percibir que los hindúes de mi ciudad viven igual que nosotros, quienes tampoco somos de aquí pero nos lo creemos [identidad fragmentada]. Me acerco aislándome a la casa de Viktor el de las pinzas de madera, pues al estar pintando retratos multicolores de mujeres hindúes y pakistaníes me invoca con la voz de Shivá. Tuve que apresarla por la mano para que se sentase conmigo a tomar una tisana; se enlaza a mi cuerpo y tengo que abandonarme al placer, mordiéndome, desde la imaginación, los labios.

Me recogió uno de color colorado en la calle del León, uno de Senegal, pues iba a presentarme a un intérprete que se encargaría de mis derechos en Dakar [sus derechos humanos]. Le pregunté por su madre, Etiopía, y me dijo que hasta el momento todo iba bien, aunque el chico se apresuró cuando advirtió a los que pretendían vendernos cocaína y marihuana en la calle del Vidre.

Estuve cenando la noche siguiente con Derrida y Barthes y Foucault. El mito del artista sigue estando vivo y con ellos las botellas de vino y la mujer o el hambre, el ser humano, la dignidad, todo derruido, reconstruido y fileteado: póngame una barra de pan, por dios, y me la apunta.

Un escritor a quien conocí fuera de mí y dentro de aquí, me dijo una vez - la sola vez en que le presté atención - que no le interesaban las máscaras - un poeta sin suerte mediando los versos de su maestro. Me interesan las máscaras para después poder quitármelas, mendrugo, le dije; el poeta es un fingidor, que diría el portugués, como el narrador, quien también fabula sus propias costumbres, fusilando sus propias ideas, fingiendo que son verdad las mentiras que de verdad finge.

La noche empieza cuando oscuro tirando a carboncillo borrachos al amor con estos pedales de amor que cambiamos bajo la risa, para que cuando acabe el milenio no acabe la Rueda, de ahí que nos metamos a cantar una copla: se escucha la breve brisa, los zapatos de Mariette, la uñas pintadas y el chillón limonado de sus botas, resuena un camelo de piel y del collado baja un río de semen a rebosar de flujo.

Bella es en el estado de lo misericordioso la humanidad bajo el influjo del flujo de su vagina, la voy descubriendo con un tubo de vaselina al combate, Valeria, me mira y me guiña, la cojo por el balcón y desde el balcón, me la cojo y me grieta. Estamos jodiendo café con acritud poética en el balcón que da al Ra, acaba de subir Lucía quien acaba de comprarse una peineta en una página web que ayer no existía y que muy probablemente mañana tampoco, estamos fumando unos cigarros y en el balcón de enfrente aparece la silueta de Buñuel - mal iluminada - formando un readymade y empezamos a sospechar de la realidad, a husmear, por los cuadros de Courbet los cuales están apilados junto a la lavadora, sus autorretratos formado un cadáver exquisito, la biografía de Lacan (auto de si mismo) recién almizclada, y al fin y al cabo debemos, ya estamos, masturbándonos, cada cual con su ron, su ducados, aunque acabo de acordarme de mis adictos, mis amigos, los Fluxus.

Cuando nos dirigimos a la macabra es para ir hablando con el de los zancos y los malabares y las posibilidades cabalísticas que hay en todo ello. En la macabra nos saludan pero enseguida nos apean de aquel circo pues no tenemos intérprete.

La filología empieza con el Ramadán para Adib y cuando acaba la luna se da una vuelta por su pueblito perdido en el atlas, se toma un baño sueco y le dice a su madre que deje de pedirle dinero: se dan de palmas en el trasero y con un ruido ensordecedor ella acaba la fiesta y él regresa a su casa.

Ya en otra correría nos ponemos a silbar porque así de este modo tan sencillo pasan las mañanas si es que se está de buen humor; bueno, todos menos la Sagan, a quien encontré por la enciclopedia el otro día bien borracha, pues se cogió un pedo de la hostia la otra noche y no puede deshacerse de él: cuenta en su diario que quiere morirse.

Al abrir la taza del closet como dicen algunos que no conozco pero los oigo, vi a un yonqui y le pedí auxilio. Me cogió del brazo y tiró de él. Fui a parar a un cuarto claroscuro y allí me encontré con Swift y Carroll que estaban enredando con unas niñas, y para no verlo me tapé los ojos e hice como si no mirase. Le pedí al yonqui que me ayudara a cruzar el umbral y me metió un picotazo que aún me sigue doliendo.

Me informó Clara del desconcierto de los Slipktrust en el océano, “la entrada está un poco cara pero merece la pena, no vas a volver a verlos porque el cantante está a punto de morirse”. Para morirse de pena no necesita ir uno a uno de esos desconciertos, que vengan ellos si quieren, para cenar les prepararé caviar a la donostiarra, que avisen y traigan tequila. ¿Tequila?

Salimos sin quererlo - el artista no quiere / desea - desnudos los torsos pintados y a la calle, nos toman varias fotografías: los beatrónicos salen de la arteria envalentonándose, calada de valor al viento; Cortázar está atrapando moscas con las manos, siempre le da por ahí cuando se mete las manos en los bolsillos y le empiezan a sudar, se pierde ahondando en la ideología en la teología en la mitología en la hermenéutica, y ¡oh! qué arte.

Muchos no somos pero para qué, si los simios nunca fueron de un lado para otro si no que despistaron a los hunos y luego inventaron el cubismo, sí, fueron ellos mismos, y luego se decidieron por el arrabal de los astros y el espejo, aunque ahora está el DJ, mientras su madre le devuelve la ropa recién lavada y planchada, cría electrogrados para que sucumban al terror de los pornódromos. Tus hijos te sacarán los ojos, queda dicho, tanto se goza cuando se hacen las cosas con decoro, se entiende.

La galería de arte murió con el perro, les dio estacazo cuando aparecieron y todo quedó en el instante literario y escrito en el porvenir del imaginario del pueblo. Los caminos llevan a todas partes - entretanto un salto espiritual o alegórico - a ninguna y en definitiva la electricidad nos permite tener una conexión entre el equilibrio de nuestros dos hemisferios. Espíritu y alma se tornan afables con la inspiración y el entusiasmo del siglo nuevo y por el nuevo milenio amén, que ya los estamos echando de menos, a quién, a los resucitados, aunque no lo parezca.

El poema, una voz, un hilo, espíritu, voz, hilo de valor que corre de interior en interior, en conexiones, en nombres, son las paredes de la habitaciones del grito, sangre, verso que atiza, libro que aluna, vértigo, resquicio, polvo, guerra y paz, huida, primor, sueño, sílabas, nombres, luz, blanco, tinieblas, oscuridad, percepción, coraje, nombres, níveos laberintos, aparatos, técnica, berso, veso, máquina, tinta, blanco, boz, fundido a negro, huida, el otro, la otra, nosotros, vosotros, el mensaje, el desencuentro, el encuentro.

Beatriz, coge la palangana y ponte las gafas de sol, mujer, que vas a enfriarte de tanto tener un agujero por el que echarte de menos.